La ansiedad, a pesar de que no tiene muy buena fama, es una emoción que llevamos incorporada en nuestro repertorio de conductas. La finalidad de la ansiedad es protegernos de posibles peligros o amenazas.
Cuando la ansiedad es una respuesta a peligros reales puede salvarnos la vida
Imagina a nuestros ancestros un día cualquiera saliendo de caza. Se exponían a innumerables peligros que hacían que muchos de ellos perdieran la vida en una actividad tan cotidiana como conseguir alimento. Para permanecer alertas desarrollaron y perfeccionaron la emoción de la ansiedad que les permitía reaccionar en tres niveles:
- FÍSICO: músculos en tensión, aceleración del bombeo de sangre por parte del corazón, sudor intenso… Es decir,el cuerpo se prepara para salvar la vida. Atacar o huir, dependiendo del análisis que se haya hecho del peligro. El cerebro envía señales para que la sangre se dirija a los músculos de las extremidades (correr o luchar) y necesita hacerlo rápidamente. La sangre desaparece de la cara y aparece la palidez propia de la ansiedad. El sudor ayuda a bajar la temperatura del cuerpo ante la previsible movilización de todo el organismo…
Nuestro cuerpo es una máquina perfecta que se pone en funcionamiento automáticamente cuando hemos identificado una amenaza. No necesita contar con nuestra voluntad o deseo para ponernos a salvo de un peligro.
- MENTAL: pensamiento único enfocado en el peligro. Ésta es otra característica del cerebro que hace que desaparezca de nuestro pensamiento cualquier otra cosa que no sea el peligro. De hecho, el enfoque es la cualidad más destacada del éxito en cualquier tarea que queramos emprender. Enfocarnos en el peligro nos ayuda a detectar cualquier oportunidad de salir airosos. El enfoque permite invierte todos los recursos en la supervivencia.
- CONDUCTUAL: es la respuesta que elegimos dar después de haber analizado la situación. Podemos luchar, pero podemos también salir huyendo si creemos que tenemos pocas probabilidades de ganar en un enfrentamiento directo con el peligro. Hay una tercera posibilidad que es quedar paralizados. Esta opción es la que utilizan muchos animales porque así tienen más opciones de pasar desapercibidos ante sus enemigos.
Cuándo se dispara la ansiedad
La capacidad del ser humano de pensar, hace que «piense» en posibles peligros o amenazas y reaccione ante ellos. Hoy en día ya no necesitamos enfrentarnos al animal para cazarlo y comerlo, pero tenemos otros peligros ante los que reaccionamos con la misma emoción desarrollada y perfeccionada para librarnos de la muerte.
Cuando nuestros amigos cavernícolas habían logrado su pieza y el alimento para su prole, la ansiedad desaparecía. Ya no tenía sentido permanecer en ese estado de activación. Desaparecía el peligro, desaparecía la ansiedad.
Hoy en día somos capaces de reaccionar a un «peligro imaginado» poniendo en funcionamiento los mismos recursos que para cazar un mamut. Y lo peor es que en nuestra imaginación ese peligro no desaparece nunca. Por lo que permanecemos en un estado de ansiedad mantenida. Es decir, forzamos nuestra máquina perfecta haciéndola funcionar sin descanso. La adrenalina necesaria para movilizar nuestro organismo acaba convirtiéndose en un veneno que provoca graves efectos secundarios.
Qué situaciones nos provocan ansiedad
Es evidente, que cada uno de nosotros nos especializamos en amenazas diferentes. Las situaciones que provocan más ansiedad suelen ser aquellas en las que sentimos que van a evaluarnos. Puede dispararse ante un examen o ante cualquier situación en la que interpretamos que vamos a ser el centro de atención, como tener que hablar delante de más personas.
Las situaciones en las que estamos con otras personas con las que no tenemos confianza generan ansiedad porque de alguna manera está implícito el «peligro» de si nos aceptarán, si caeremos bien…
Cuando creemos que no vamos a estar «a la altura» en cualquier situación: exceso de carga de trabajo, dificultades con la pareja, problemas con los amigos…
En realidad, cualquier situación que la persona interpreta como una amenaza para él, ya se trate de una amenaza real o de un anticipación de que las cosas van a ir mal, desencadena la ansiedad.
Es frecuente que cualquiera de las situaciones mencionadas provoque un aumento del ritmo cardíaco. Se trata de un síntoma físico que aparece por la necesidad de bombear mayor cantidad de sangre al cuerpo como hemos explicado arriba.
Algunas personas interpretan el cambio en el ritmo cardíaco como un peligro real: temen que estén sufriendo un ataque al corazón. Y se inicia una espiral que puede acabar en un ataque de pánico: la interpretación de peligro real reactiva y aumenta la respuesta de ansiedad, que a su vez pone en funcionamiento la maquinaria para la defensa o ataque aumentando aún más el latido del corazón… Cuando la máquina ya no puede más necesita desconectarse, y la espiral puede terminar en una pérdida de conciencia que es la manera que encuentra el organismo de paralizar la activación.
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