Cuando todo marcha bien y los proyectos llevan buena dirección, puede parecer que el tiempo vuela. El sabor de boca que nos deja el tiempo a su paso depende muchas veces de si hemos sido capaces de aprovechar los momentos o echamos la vista atrás con la resignación de saber que ese tiempo ya se ha consumido y no va a volver.
Te habrás dado cuenta de que no he dicho «perdido», sino consumido. Cuando lo hecho ya no tiene remedio no sirve de nada culpabilizarnos por lo que podríamos haber hecho y no hicimos. Si has estado empleando tu tiempo en tareas que no eran las que habías planificado, lo más probable es que los resultados que hayas obtenido tampoco hayan sido los que esperabas obtener. Esta es la lectura correcta de la situación. Lamentarnos y sentirnos mal no ayuda a dar marcha atrás al reloj.
Si quieres obtener otros resultados, cambia las cosas que haces.
Al igual que ocurre con el uso del tiempo, hay otras muchas facetas de la vida que dependiendo de cómo actuemos, pueden ayudarnos a vivir mejor o acabar pensando que el mundo se confabula contra nosotros.
Tan inútil es culparnos y sentirnos mal con nosotros mismos, como culpar a los demás cuando las cosas se tuercen. Por eso, cuando nos decidimos a cambiar la palabra «culpable» por «responsable» empezamos a tomar las riendas de nuestra vida y dejamos de creer que el destino conspira contra nosotros.
Buscar culpables de aquello que nos ocurre, nos lleva a un pozo de dolor y nos impide cualquier intento de cambiar las cosas. Aparece una cierta idea de «merecimiento»; es decir, acabamos pensado que de alguna manera nos merecemos las cosas malas que nos ocurren. Mientras que culpar a otros hace que nuestra felicidad y nuestro bienestar acabe dependiendo de cómo los demás se quieran comportar con nosotros. Esta actitud lo único que hace es favorecer el resentimiento y el odio hacia los otros.
Cuando nos hacemos responsables de lo que nos ocurre, de las relaciones que mantenemos, de las decisiones que tomamos (o de las que no tomamos)… es cuando podemos elegir mantener una conducta que nos perjudica o cambiarla.
Analiza si hay aspectos de tu vida, que están bajo tu responsabilidad, que te impiden llevar la vida que te gustaría. Y, más importante aún, qué vas a hacer para cambiarlos.
- El uso haces de tu tiempo.
- Las tensas relaciones con tu pareja.
- El jefe que te tiene manía.
- El compañero que se escaquea.
- Los demás que se aprovechan de ti.
- Tu hijo que no escucha…
Y si te animas, puedes compartir aquí qué tal te ha ido con el cambio.
Me gusta que este artículo te hace pensar, en lugar de darte todas las respuestas. Puesto que no podemos cambiar a los demás sino únicamente a nosotros mismos, sin duda la clave está en hacerse responsable de nuestras propias decisiones. Pero, !es tan fácil culpar a los demás!, resulta tentador no caer en esa trampa.
A mi vez quisiera haceros pensar. ¿Qué pasa cuando se da la situación contraria, es decir, cuando has hecho todo lo correcto (o consideras correcto) y piensas que no mereces las cosas malas? Es que yo soy un poco como Calimero…
Buena pregunta, Esther!!!. Personalmente creo que en la vida nos pasan cosas, y unas las interpretamos como buenas, otras como maravillosas y algunas otras como desagradables; pero no ocurren en base a que las merezcamos o no. Nadie merece el dolor por la pérdida de un ser querido, o una enfermedad grave. Son situaciones que nos ocurren por el simple hecho de existir. En estas situaciones hay que permitirnos sentir el dolor por la pérdida y elaborar el duelo inevitable.
Por otra parte, cuando el resultado que obtenemos en cualquier situación no es el que esperábamos, puede que a corto plazo lo interpretemos como algo «negativo», pero como decía Steve Jobs «los puntos se unen hacia atrás». A veces es necesario tomar la perspectiva que nos da el tiempo para poder hacer interpretaciones más correctas o ajustadas a la realidad.
Todos tenemos ejemplos de que aquello que en su día nos pareció lo peor, con el paso de los años se convirtió en la puerta de entrada a esto maravilloso que tenemos ahora, sea lo que sea.
La clave está, en eso que dices: «cuando has hecho todo lo correcto»… Cuando somos honestos con nosotros mismos y con los demás podremos equivocarnos, los resultados no serán los esperados… pero pasado el mal trago podremos aprender de la experiencia y seguir disfrutando de nuestra vida y de la compañía de las personas que nos rodean.
El problema es cuando creemos haber hecho lo correcto y a pesar de ello las decisiones de los demás nos hacen daño, aunque no nos culpemos por ello porque nosotros ya no podemos hacer más, siempre queda un resquicio de responsabilidad acerca de haber hecho las cosas de otro modo.
Por eso es tan necesario aprender a pasar página. No sirve de nada quedarse «enganchado» a lo que ya pasó. Buscar los «resquicios», para luego sufrir por ellos, es muy similar a castigarnos por no haber llegado a ser perfectos.
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