La amistad, como la felicidad, implica esfuerzo

Relación entre felicidad y relaciones sociales

La Psicología Positiva ha estudiado ampliamente la relación entre felicidad y relaciones sociales. Todos los resultados apuntan en la misma dirección: las personas que dicen tener más relaciones de amistad son las personas que más alto puntúan en la pruebas que miden niveles de felicidad.

No en vano, uno de los indicadores para saber hasta qué punto un niño está integrado y tendrá éxito en el colegio es saber si tiene, al menos, un amigo. Tener un amigo es una vacuna contra otras muchas dificultades que se pueden presentar en la etapa escolar. Un niño con habilidades suficientes para hacer y mantener nuevas relaciones con otros niños de la clase tiene muchas papeletas para saber solucionar disputas, participar en actividades de grupo, tener mejores resultados académicos y, por todo ello, disfrutar más del colegio que otros niños con escasas hablidades para hacer amigos.

El ser humano necesita a los demás para sobrevivir

Somos una especie gregaria y necesitamos de los demás para sobrevivir. Es cierto que ahora no tenemos que cazar en grupo, ni defendernos de peligrosos animales, ni otras muchas actividades que nos han marcado evolutivamente y han hecho que, como especie, necesitásemos vivir en armonía con nuestros iguales. Los bebés humanos necesitan para sobrevivir, más cuidados y durante más tiempo que las crías de cualquier otra especie.

La cooperación ha cubierta_yo-monomarcado nuestra evolución y nos ha hecho como somos. Ha permitido un desarrollo basado en la fuerza y determinación que nos proporciona el grupo.

En el libro del genial Pablo Herreros (@somosprimates), Yo mono, puedes encontrar una amplia explicación antropológica a la influencia de los otros en la supervivencia y evolución de la especie humana. He tenido la suerte de escuchar a Pablo en dos ocasiones, relacionadas ambas con jornadas de Psicología Positiva, y ya he apuntado a mi lista de cosas que me gustaría hacer algún día: estudiar antropología.

La salud emocional

Sabemos, y ciencia lo ha corroborado, lo importante que es tener relaciones de amistad para mantener saludable nuestra vida emocional. Y a pesar de saberlo, a medida que crecemos vamos dejando a un lado esta parte tan importante de nuestras vidas que es la de «trabajar las amistades». Nos hacemos «mayores», encontramos una pareja, tenemos hijos, trabajo, familias por duplicado a las que visitar, actividades de los hijos en fin de semana… Toda la vida adulta (con todas sus responsabilidades) se vuelve de espaldas al «tiempo libre» y hace cada vez más complicado encontrar momentos para disfrutar de los amigos. Puede que incluso nos sintamos culpables si anteponemos a los amigos a otras «obligaciones» de adultos.

Y un día un amigo o una amiga te falla, no está a la altura de las circunstancias, y como vamos acelerados, en lugar de pararnos y hablar y explicar que estamos molestos, dejamos pasar el tiempo y acrecentamos el enfado y perdemos otro amigo o amiga. A veces contamos quien llama más veces para quedar y hacemos una competición para convencernos de que si no nos llaman, no llamamos. Otras veces nos excusamos para no ver a los amigos porque no tenemos con quien dejar a los peques pero en el fondo es que nos hemos acostumbrado al hueco que ha hecho nuestro cuerpo en el sofá de tantas horas como pasamos en la misma posición. O sabemos que hemos fallado y tenemos demasiado orgullo para perdir perdón…

La elección de la felicidad

La amistad, como la felicidad, no es algo que pasa. Es algo que elegimos. Y la elección implica esfuerzo. Al menos si entendemos que ya no necesitamos estar unidos para cazar, pero sí para sentirnos felices. Marcar el número y decir qué día podemos quedar para comer, para tomar un café. Perdonar un agravio que se hizo sin mala intención. Disculparnos cuando sabemos que hemos metido la pata. Darnos permiso para, de cuando en cuando, poner la compañía de amigos por encima de nuestras obligaciones caseras (barrer, fregar, limpiar, pulir y abrillantar). Fijar una fecha «sagrada» en el calendario para quedar (en mi caso, como lo ha bautizado mi hija, «el café de las marys», una tarde al mes en la que no estamos para nadie, más que para nosotras)…

¿Tienes un amigo o amiga que te hacía sentir bien y hace mucho que no ves? Mándale un wasap con un «te invito a un café mañana a las 9»; o mejor aún, marca su número y habla en persona. Porque eso tan nuestro de «A ver cuando quedamos«, como dice mi amiga Carmen Castro, es metalenguaje pero no hay una intención real de quedar. Ponte delante el calendario y fija día y hora.

Hay amistades que siguen ahí, intactas y como el primer día, aunque pasen años de separación. Imagina cuántos buenos momentos puedes disfrutar con esa persona si te decides a retomar ese contacto hoy. Hay amistades que nacen en el mundo digital, un día los «desvitúas«, y se convierten en parte imprescindible en tu día a día, y te ofrecen tu apoyo y ánimo incondicional a través de las redes. Hay amistades que viven en la puerta de al lado y por cercanas las dejas morir por falta de «cuidados».

Es cierto que ya no tenemos que matar al mamut entre todos, pero seguimos necesitando cuidar a nuestros amigos para sentirnos más felices.

Cuéntanos tus experiencias en la caza de mamuts actualizada, vamos, que cómo te va en el tema de hacer y mantener amistades… ¿te genera felicidad?