El próximo viernes 20 de marzo se celebra por tercera vez el Día Internacional de la Felicidad. Muchas personas se preguntan si era necesario dedicar un día específicamente a celebrar la felicidad, como si no tuviéramos que tenerla en cuenta todos los días del año.

Pues ésa fue precisamente la intención de Naciones Unidas cuandó en julio de 2012 decidió publicar una Resolución, 66/281 de 12 de julio de 2012. Es necesario reconocer la relevancia de la Felicidad y el Bienestar como aspiraciones universales de los seres humanos.

Ayer, en una entrevista para el Canal Castilla-La Mancha, la periodista me preguntaba por qué había que dedicar un día internacional a la felicidad. Es muy buena pregunta porque se supone que depende de cada uno de nosotros el ser felices o no. La ONU (y yo, jeje) consideramos que es tan importante favorecer la felicidad de la población que debería incorporarse en las políticas de los gobiernos.

Eso fue lo que hizo un joven rey. La única persona en el mundo que ha llegado a ser rey a la temprana edad de 18 años. Y el día de su proclamación, hace ya 40 años, decidió que no tenía sentido medir la economía de su país como aún se hace en el resto de los países del mundo. Dijo que lo realmente importante para medir el progreso de su país no era el PIB (Producto Interior Bruto), sino la FIB (Felicidad Interior Bruta). Ese pequeño país es Bután, con apenas 700 mil habitantes, en mitad del Himalaya.

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Cuando los gobiernos asuman el compromiso de promocionar la felicidad, ésta dejará de ser una búsqueda personal para convertirse en una prioridad social. Y nada hace al ser humano tan humano como ser y hacer felices a quienes nos rodean.

Ya sabemos que las emociones se contagian, y no se me ocurre mejor contagio que el de la felicidad. Generar emociones positivas a diario favorece relaciones más fuertes con quienes tenemos en nuestro entorno, mejores redes de apoyo social, y ésto se convierte en una espiral positiva que genera mayor bienestar.

Si los gobiernos, organismos y sociedad civil nos comprometemos en promover actividades concretas que favorezcan la felicidad y el bienestar de los demás, sin duda, todos saldremos beneficiados.

Y no, no tiene que ser sólo el 20 de marzo. El compromiso tendría que renovarse cada día. En la mano de cada uno de nosotros está que apostemos por promocionar la felicidad.