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Resiliencia: Aprender a levantarse después de caer
“Cuando una puerta de la felicidad se cierra, otra se abre; pero a menudo miramos tanto tiempo a la puerta cerrada que no vemos la que se ha abierto para nosotros”
Helen Keller.
¿Qué es la resiliencia?
El término de “resiliencia” comenzó a utilizarse en la física, y hace referencia a la capacidad que tienen algunos materiales para soportar la presión o ser doblados, volviendo a su forma original y al estado de equilibrio inicial.
En cambio, en la psicología no se utiliza con este significado, sino que le damos una vuelta y entendemos la resiliencia como una adaptación positiva ante situaciones adversas. Esta última es la llamada “resiliencia psicológica” y la que trataremos a lo largo del artículo.
La resiliencia psicológica no se trata simplemente de resistir, sino que permite también la reconstrucción. Supone practicar la fortaleza y el coraje para afrontar las dificultades de la vida personal, familiar, social y profesional. Se establece como una característica de las personas que no se desaniman, que no se dejan abatir en situaciones adversas y que se superan a sí mismas a pesar de las dificultades.
La resiliencia como proceso
No se debe entender la resiliencia como algo fijo e inalterable, porque en realidad se trata de un proceso en el que existe un “antes de la adversidad” y un “después de la adversidad”. Muy relacionado con esta faceta temporal de la resiliencia, George Bonanno señala que en el mismo concepto de resiliencia se encuentran, al menos, tres ideas fundamentales:
- Resiliencia como capacidad de funcionar bien en condiciones adversas (mantengo un 8 de satisfacción con la vida a pesar de la adversidad)
- Resiliencia como recuperación relativamente rápida y vuelta al funcionamiento normal después de la adversidad (mi nivel de satisfacción disminuye durante la adversidad pero recupero el 8 en un tiempo relativamente corto)
- Resiliencia como desarrollo psicológico después de la adversidad (mi nivel de satisfacción disminuye durante la adversidad pero mejora con el tiempo llegando incluso a superar el 8 inicial): Psicología positiva.
Resiliencia proactiva (o cómo anticiparse a la adversidad)
La idea tradicional de la resiliencia es que se aprende a base de sufrir los golpes que te da la vida. Sin embargo, se suele decir que «hay que caer para aprender a levantarse». Esta frase encapsula la esencia del aprendizaje que se deriva de los retos que enfrentamos. Por tanto, la resiliencia tiene un carácter reactivo, ya que reaccionamos ante la adversidad del entorno con una respuesta adaptativa positiva, pero reaccionamos al fin y al cabo. Esta idea supone que sin adversidad no hay resiliencia.
Sin embargo, la resiliencia también puede mostrar un carácter proactivo, con el principal objetivo de anticipar y minimizar el impacto de los acontecimientos estresantes. Esto es lo que entendemos en psicología positiva como resiliencia proactiva y es posible gracias a la imaginación de supuestos acontecimientos futuros y la generación de alternativas ante los problemas junto con sus posibles consecuencias.
Recursos psicológicos
Para ello son necesarios recursos psicológicos suficientes en nuestro repertorio mental y comportamental para poder disponer de paracaídas seguro con el que enfrentarnos a las adversidades. Esto nos permite actuar focalizados en objetivos y metas futuras.
Es decir que las personas con resiliencia proactiva no esperan a que les pasen las cosas para aprender de las experiencias negativas, sino que más bien utilizan estrategias en el día a día para desarrollarla.
La investigación psicológica ha demostrado que las personas que tienen más recursos psicológicos, como una actitud optimista hacia el futuro, confianza en sus habilidades para resolver problemas o balance de emociones más positivas que negativas y que por tanto son capaces de ver las cosas con perspectiva, son más resilientes porque afrontan las amenazas futuras de forma positiva.
Afrontar las emociones negativas en la adversidad
La psicología positiva suele recibir críticas relacionadas con que solo estudia, precisamente, lo positivo, es decir, el optimismo, la felicidad, el bienestar… pero esto no es cierto. Porque la verdad es que no atender a lo que funciona mal en las personas es tan negativo como no atender a lo que funciona bien.
Desde la psicología positiva se analizan también las emociones negativas y el malestar porque es imposible pretender que desaparezca lo que nos desagrada a través de, simplemente, ignorarlo.
Esto es así porque todas las emociones tienen una función y por tanto son adaptativas. Sí, tanto las emociones agradables como las desagradables. El problema es cuando sobre utilizamos las desagradables ante amenazas imaginarias, o cuando nos duran demasiado tiempo, ya que esto nos provoca una mala adaptación al entorno.
Estrategias para aumentar la resiliencia
La solución para las situaciones en las que no podemos eliminar el elemento estresante es la autorregulación emocional. Esto se refiere a los intentos que hacemos para modificar el camino de la emoción, su intensidad, duración y cómo la vivimos o expresamos.
Las personas más resilientes son capaces de adaptarse al medio con éxito porque, entre otras cosas, llevan a cabo estrategias de autorregulación emocional.
Son muchas las estrategias de afrontamiento existentes, pero hay cinco especialmente efectivas para desarrollar resiliencia:
- Afrontamiento activo y positivo: se trata de superar, adaptarse o solucionar lo mejor posible las dificultades. Esta estrategia puede llevarse a cabo siempre que la situación lo permita, es decir, que no sea peligroso.
- Etiquetar emociones: en cambio, no siempre va a ser posible el afrontamiento activo, y en estos casos una de las opciones que tenemos es la de reconocer las emociones que estamos sintiendo y ponerles nombre. El simple hecho de ponerles nombre ayuda a desactivar el piloto automático de afrontamiento y pasar al control cognitivo, llevando las riendas de la situación.
- Expresar las emociones: o airearlas nos ayuda a entenderlas mejor, aliviar el sufrimiento a corto plazo y mejorar el bienestar a largo plazo. Expresar la emoción en vez de ocultarla, predice mejores resultados cuando nos enfrentamos a la adversidad.
- Reevaluación cognitiva: ocurre cuando somos capaces de cambiar la perspectiva con la que vemos una situación estresante, controlando así el impacto emocional que genera sobre nosotros. Es decir, consiste en reinterpretar la situación.
- Aceptación de la situación: a diferencia de lo que cabe pensar, no se basa en resignarse a sentir ansiedad, sino en reconocer qué emociones estás sintiendo y aceptar que esos sentimientos forman parte de ti.
Resiliencia a la orden del día.
Muchos podrían pensar que este concepto es algo completamente teórico, pero la realidad es que la resiliencia está a la orden del día.
Desde la superación de rupturas amorosas hasta el doloroso aprendizaje del pueblo ucraniano, la resiliencia es un componente de gran potencial para el desarrollo humano.
Por ello, no debemos perder de vista las oportunidades de enseñar y aprender acerca de esta valiosa habilidad, que será nuestra herramienta para afrontar muchas de las situaciones de nuestra vida.
El ciclo de caer y levantarse
El proceso de «caer y levantarse» es inherente a la experiencia humana, manifestándose en cada desafío que enfrentamos. Aceptar que «la vida se trata de caer y levantarse» es reconocer que cada contratiempo nos brinda la oportunidad de fortalecer nuestra resiliencia y crecer como individuos. Estas «caer y levantarse frases» no son meros clichés, sino verdades profundas que reflejan la naturaleza cíclica del aprendizaje y la superación personal.
Incorporar la mentalidad de que «caerse y levantarse» es parte esencial del camino hacia el éxito y el bienestar personal, nos permite abrazar cada experiencia como un escalón más hacia la realización y la madurez emocional.
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