Cuando el amor necesita soltar el control

Hace unos días, una noticia de ABC.es generó bastante debate en redes:

“No atendemos a padres”, advierte un cartel en el Vicedecanato de Prácticas de la Universidad de Granada.

El objetivo de la institución: frenar la creciente intervención de las llamadas “familias helicóptero” —padres que, movidos por el amor y la preocupación, sobrevuelan constantemente la vida académica de sus hijos adultos.

El mensaje, tan breve como contundente, toca nos una fibra sensible: la dificultad que tenemos de soltar el control cuando amamos.

La medida ha provocado reacciones encontradas. Algunos la consideran necesaria para fomentar la independencia del alumnado; otros, en cambio, ven en el mensaje una señal de desconexión institucional.

Pero, más allá del titular, nos pareció interesante de esta noticia porque nos hace querer comprender este comportamiento de una manera más profunda:

¿Por qué nos cuesta tanto soltar el control cuando amamos?

Qué es una familia helicóptero (y por qué lo hacemos)

El término “padres helicóptero” surgió en los años 60. Se utilizó para describir a progenitores que “planean” sobre sus hijos, preparados y dispuestos para intervenir ante cualquier dificultad.
En la atualidad, la sobreprotección resulta muy «fácil» en un mundo tan hiperconectado. Piensa en ello. La tecnología nos permite estar “siempre presentes” y del estar presentes al control hay un paso. Por otra parte, vivimos en la cultura del éxito que exige resultados inmediatos y de la incertidumbre social, y juntas, nos hacen temer por el futuro de aquellos a quienes más queremos.

Todos estos factores son una mezcla perfecta para que el amor se transforme, casi sin que nos demos cuenta, en control.

Desde el punto de vista de la psicología, la sobreprotección no es un fallo de amor, sino una respuesta emocional a la ansiedad y la inseguridad.
Suele tener raíces profundas:

Causa emocional Qué ocurre internamente
Miedo a la incertidumbre En un mundo inestable, creemos que solo controlando evitaremos que sufran.
Presión social del éxito Si su logro valida nuestra valía como padres, su error se convierte en una amenaza personal.
Herencias emocionales Si crecimos con poco sostén o límites difusos, compensamos con exceso de protección.
Ansiedad parental La sobrecarga emocional o el estrés crónico nos lleva a anticiparnos al peligro constantemente.

Nuestras emociones, aunque sean bienintencionadas, pueden afectar negativamente a las personas que amamos.

Los efectos de la sobreprotección en los hijos

Proteger es necesario.

Pero cuando el cuidado se convierte en control, el mensaje que transmitimos sin darnos cuenta es:

“No confío en que puedas hacerlo solo”.

La evidencia científica reciente confirma que la sobreprotección parental (en inglés helicopter parenting) reduce la autonomía y aumenta la ansiedad en los hijos jóvenes:

  • Un meta-análisis de 53 estudios publicado en Development & Psychopathology (2024) halló que los hijos de padres sobreprotectores muestran mayor sintomatología ansiosa y depresiva, junto con menor autoconfianza y autoeficacia.
  • Una revisión sistemática de 2025 en el Journal of Genetic Psychology confirmó que este estilo parental se asocia con mayor estrés percibido y menor capacidad de afrontamiento en estudiantes universitarios.

En conjunto, los datos muestran que la sobreprotección, aunque nace del amor que tenemos a nuestros hijos, debilita su resiliencia. Es decir, les hace tener menor capacidad interna de adaptarse, aprender del error y seguir adelante. Algo tan necesario y tan esencial en los jóvenes.

Del control a la confianza: el cambio posible

Soltar no significa que tengamos que desentendernos de nuestros hijos, sino más bien de transformar el control en confianza activa.
Es pasar de la vigilancia al acompañamiento. Pasar de la ansiedad que nos generan su futuro y nuestro deseo de que tengan éxito al respeto por su propio proceso evolutivo.

Desde la psicología positiva aplicada, este cambio implica reconectar con nuestra propia calma interior y revisar las emociones que nos empujan a intervenir demasiado.

Aquí tienes tres pasos sencillos para empezar:

Aplicación práctica: de la sobreprotección a la confianza

  1. Observa tu impulso
    Antes de actuar, haz una pausa y pregúntate:

“¿Estoy interviniendo por amor o por miedo?”
Ese instante de conciencia te ayuda a responder desde la serenidad, no desde la reacción.

  1. Reconoce lo que sientes
    A veces el control nace de la preocupación, la culpa o la necesidad de sentirte útil.
    Nombrar la emoción te permite entenderte y gestionarla mejor, sin proyectarla en los demás.
  2. Elige una nueva forma de acompañar
    En lugar de resolver por ellos, confía y ofrece apoyo desde el respeto.
    Puedes decir:

“Confío en que encontrarás la manera, ¿qué opciones ves tú?”
Cuando haces esto, no solo sueltas el control: les enseñas autonomía y fortaleces su resiliencia.

Amar también es soltar

Por todo lo que hemos visto hasta ahora, tal vez no deberíamos ver la medida de la Universidad de Granada como un portazo a los padres, sino más bien como un recordatorio simbólico de que:
la autonomía también se educa.

Por duro que nos resulte, criar y educar a nuestros hijos no es impedir que se caigan, es enseñarles a levantarse.

Acompañar no es resolver toda dificultad que se les ponga por delante, sino estar disponibles para ellos con serenidad, y sobre todo, sin miedo a su frustración ni a la nuestra.

Cuando dejamos espacio para que nuestros hijos piensen, decidan por sí mismos y se equivoquen, estamos cultivando algo más profundo que la obediencia: estamos fortaleciendo su confianza en sí mismos y su sentido interno de competencia y capacidad.

Eso no significa desentenderse, sino confiar en que son capaces de manejar la vida con sus propios recursos.

Y, paradójicamente, cuando soltamos un poco el control, el vínculo suele hacerse más fuerte y más real: menos basado en la supervisión y más en el respeto mutuo.

familias helicópteros

Cuidar el vínculo también es cuidarte

Ya te aviso de que el impulso de sobreproteger no desaparece de un día para otro.
En ocasiones nace del cansancio, de la ansiedad o de la necesidad de sentirnos útiles.
Por eso, para que podamos ser capaces de cuidar el vínculo con nuestros hijos adultos, también necesitamos cuidar nuestra propia calma emocional.

Dedicarte tiempo, pedir apoyo cuando lo necesites y aprender a gestionar tu propia incertidumbre no es egoísmo, es responsabilidad afectiva.
Solo desde tu equilibrio podrás acompañar sin invadir, sostener sin controlar y amar sin miedo.

 

En Haztúa Psicología Positiva podemos ayudarte a transformar la preocupación en serenidad y las relaciones dependientes en vínculos más conscientes.
Si has sentido que este tema te “hablaba” a ti o te cuesta encontrar el equilibrio entre cuidar y soltar, te aseguro que es algo que le ocurre a muchos padres y madres.

Te invitamos a conocer nuestras sesiones de terapia y que puedas aprender recursos sobre bienestar emocional, gestión del estrés y relaciones sanas. Te ayudará a vivir con más calma, confianza y equilibrio.

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