Contenidos
¿Podemos ser madres y padres perfectos?
Nadie es perfecto ¡Ni siquiera los padres!
En la crianza de un niño una de las tareas más difíciles con las que nos encontramos es saber cómo regañarlos y poner los límites.
El estilo de vida actual hace que en demasiadas ocasiones terminemos perdiendo la paciencia. Entonces, momentos cotidianos como hacer la tarea o mandar a los niños a bañarse, terminan resultando en una batalla campal en la que tanto padres como hijos terminan gritándose entre sí sin saber muy bien por qué.
Y ¿cómo se hace para no perder la paciencia?
La necesidad de cumplir con todo en tiempo y forma nos hace perder de vista cosas fundamentales. Muchas veces, esperamos que los niños reaccionen como adultos.
Es por eso que en estos momentos es muy importante que podamos hacer un alto y nos detengamos a pensar preguntas tan simples cómo:
- ¿Qué estoy haciendo? ¿Cómo lo estoy haciendo?
- ¿Puede mi hijo cumplir con esto que le estoy pidiendo?
- ¿Cómo puedo hacer para ayudarlo a que lo logre?
Muchas veces no estaremos seguros de nuestras decisiones, ni de la forma en la que las llevamos adelante y tendremos que recalcular. Esto no nos hace peores madres o padres. Mas bien nos muestra en nuestra condición de seres humanos en constante aprendizaje.
¿Qué pasa si perdemos la paciencia igual?
Si después de un día muy duro de trabajo “nos salimos de nuestras casillas” con nuestros hijos, aparece la culpa. Puede ser por haber gritado o regañado de más o bien por no haber sabido manejar la situación.
En primer lugar debemos tener claro que nadie es infalible, que todos nos equivocamos y que lo más beneficioso en esos casos es simplemente pedir disculpas. Sí, pedir disculpas a nuestros propios hijos, aunque esta acción nos resulte extraña desde nuestro lugar de autoridad.
Pedir disculpas no invalida para nada el límite que intentamos poner, sino que por el contrario agrega un aprendizaje a la situación.
Los padres y madres que son capaces de asumir sus propios errores en el manejo de una situación compleja, están transmitiendo la importancia de reconocer que uno puede equivocarse y por ende, la importancia de actuar en consecuencia.
Mamá y papá, el espejo en el que nos miramos
Bruno Bettelheim, psiquiatra y psicólogo infantil, en su libro No hay padres perfectos, hace gran hincapié en que los padres no solamente son los encargados de transmitir la disciplina, sino que también son un modelo, un ejemplo de ella (Bettelheim,1988).
Cuando aceptamos nuestros propios errores ante nuestro hijos, no estamos invalidando nuestra autoridad, sino que por el contrario estamos construyendo una relación saludable y de confianza que les permitirá afrontar los desafíos de la vida con una autoestima positiva y con confianza en sí mismos.
Deja tu comentario
Debe iniciar sesión para escribir un comentario.