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No hemos cambiado tanto
En poco menos de un mes se cumplirá un año desde que una buena parte del mundo se vio obligado a permanecer encerrado en su casa. Estuvimos alejados de cualquier otro contacto que no fuera el de nuestra propia familia.
La pandemia provocada por el covid superó las previsiones más pesimistas. No entendíamos cómo era posible que no hubiera otra manera de afrontar el contagio que no fuera el aislamiento. Al fin y al cabo, se suponía que, 100 años después de la mal llamada peste española, y con todos los avances sociales y tecnológicos que llevábamos a nuestras espaldas, deberíamos haber encontrado formas más modernas de luchar contra un virus. Esperábamos contar con algo más sofisticado que el recurso, un siglo después, al mismo encierro que en 1918-1919.
De bruces con nuestro ego
Pero el virus nos hizo darnos de bruces con nuestro ego. Nos sabíamos con poder para manejar los elementos, capaces de hacer funcionar las fuerzas de naturaleza en nuestro favor y, tal vez, se nos fue de las manos. Tuvo que llegar un diminuto ser vivo para arrasar con nuestra arrogancia y poner de manifiesto nuestras limitaciones.
Pero nos adaptamos. Porque el ser humano tiene una gran capacidad para aceptar lo que sucede, aún en las situaciones más complicadas. Obedecimos y nos quedamos en nuestras casas, pero no nos salió gratis. Y no me refiero al precio económico que ha supuesto el cierre de miles de negocios. Me refiero al coste emocional de, un año después, seguir lidiando contra ese bicho. Un bicho que también se adapta y va mutando para poder sobrevivir.
¿Qué es la fatiga pandemia?
Ya en el mes de julio de 2020, los expertos dieron la voz de alarma con algunos síntomas que se repetían en muchas personas y que agruparon bajo el nombre de fatiga pandemia. Y es que, es cierto que estamos programados para soportar las adversidades más allá de lo que nos creemos capaces. Pero también lo es que no estamos preparados para permanecer en ese estado de alerta sine die, de manera indefinida.
La fatiga pandemia es el resultado de lidiar, cada día, con nuestras emociones llevadas al límite por culpa de la pandemia. En la Universidad de California, en Los Ángeles, definieron los cuatro elementos principales que provocan este tipo de fatiga.
¿Cuándo aparece la fatiga pandémica?
Las probabilidades de padecer fatiga pandémica aumentan cuando experimentamos las siguientes emociones:
1. Miedo
El miedo es una emoción que nos ayuda a protegernos de los peligros. Pero cuando el miedo al contagio, a sufrir la enfermedad, a la muerte … se mantiene durante meses, acaba provocando agotamiento. Pierde su capacidad para protegernos y se vuelve en nuestra contra. Puede llegar a bloquear las respuestas que nos ayudan a adaptarnos a la situación dejándonos paralizados y con sensación de impotencia.
2. Ansiedad
Esta emoción es la respuesta que damos cuando anticipamos un peligro. Es un estado de inquietud que nos prepara para dar la mejor respuesta ante lo que pueda ocurrir. Pero cuando pensamos de nosotros mismos que no estamos preparados para afrontar lo que se nos viene, se incrementa la respuesta del organismo en forma de sudor, palpitaciones, dolor en el estómago, tensión muscular, dificultades para respirar… Hay personas que viven estos síntomas con mucha angustia.
3. Soledad
Cuando la soledad que sentimos viene sobrevenida por algo que vivimos como una imposición se hace más difícil de aceptar. La distancia física que ha impuesto la presencia del virus en nuestras vidas se ha convertido para muchas personas en distancia emocional. De hecho, hemos visto como los medios de comunicación han utilizado insistentemente el término distancia social en lugar de distancia física, lo que ha hecho aún más evidente esa soledad.
En España antes del virus un 5% de la población confesaba sentirse profundamente sola. Hoy se ha duplicado esa cifra y son más del 11% quienes sienten gravemente la soledad.
4. Desesperación
La desesperación no es otra cosa que falta de esperanza. Quienes más la sufren son quienes ven hacia el futuro y no encuentran alivio. Piensan que todo es igual de negro, o de gris, hoy que lo será mañana. Y lo peor de esta emoción es que acaban convenciéndose de que nada de lo que hagan hoy va a tener efectos en lo que suceda mañana.
¿Cuáles son los síntomas de la fatiga pandémica?
Todas estas emociones pueden llevarnos a comportarnos de manera diferente a como solemos hacernos. Tal vez notamos algunos cambios pero no hemos identificado que puedan deberse al largo período de afrontamiento del virus. Estos son algunos de los indicadores que pueden ayudarte a reconocerlo:
- Cambios en tus rutinas de sueño o de alimentación
De pronto te ves comiendo más o menos de lo habitual en ti. Algunos estudios, como el de Deusto Salud, anticiparon que los españoles engordaríamos entre 3 y 5 kilos durante el confinamiento. Gran parte del aumento de peso se debe a la mencionada ansiedad, pero que la situación no haya mejorado hace que para muchas personas la ansiedad siga ahí y sigan recurriendo a la comida como una forma de calmar el malestar.
Con el sueño ocurre algo similar. La preocupación puede hacer que no logres conciliar el sueño cuando te acuestas. También puede afectar un cambio en las rutinas de acostarse y levantarse, el cansancio mental de trabajar en casa atendiendo a los peques en sus clases online, etc.
- Dificultad para concentrarte
A esto se le ha llamado neblina mental. Nos sentimos abotargados. Pensar en las situaciones que hemos de afrontar cada día se nos hace un mundo. Nos cuesta centrarnos en una cosa cada vez. Y cualquier cambio, por pequeño que sea, nos parece un muro insalvable.
- Inquietud y nerviosismo
Algo así como estar a la espera de que ocurra algo que no termina de suceder. Puede que incluso sientas que tus pensamientos van por libre y no eres capaz de frenarlos. Hay quien lo explica como si viviera con la continua sensación de que se le olvida algo importante que tiene que hacer pero no logra saber qué es.
- Falta de motivación
Que puede nacer de la sensación de falta de control. Si da igual lo que intente, si da igual lo que haga, nada depende de mí, para qué voy a tener interés en nada. Puede ir acompañada de pensamientos como este: “mejor me siento a esperar a que todo pase, si pasa, y si no, qué más da”. Pérdida de interés en las cosas que antes me gustaban, ya no me hacen sentir bien.
- Aislamiento
Me cansa todo, hasta el hecho de estar con gente. Ya sea por miedo a contagiarme o por saber que no voy a poder estar con ellos como antes de que apareciera el virus. Todo esto me puede llevar a no querer quedar con nadie, a preferir estar a solas que en compañía de otras personas, aunque sea con quienes convivo.
¿Cómo puedo superar la fatiga pandémica?
El primer paso para cualquier cambio que queramos incorporar a nuestra vida es aceptar lo que nos está sucediendo. Una vez que hayas analizado tu situación, si crees que lo que te ocurre se puede explicar como consecuencia de los cambios que la pandemia ha provocado en tus rutinas, ponte en acción para ponerle remedio.
1. Cuida tu cuerpo
Porque cuanto más cuidado esté el continente, más sano estará el contenido. Con esto quiero decirte que tan importante es que cuides tu salud emocional como la física. Cuida lo que comes sin obsesionarte con ello. Descansa cuando lo necesites. Haz alguna actividad física. No es necesario que salgas a correr todos los días o quete apuntes a un gimnasio. Puedes optar por subir por la escalera y no el ascensor. Puedes bajar andando hasta el trabajo en lugar de coger el metro, o bajarte del autobús una parada antes de la que te corresponde. Muchos pequeños pasos se convierten en una gran caminata.
2. Limita la información que recibes
No es necesario que te conozcas los datos de contagio según se publican, ni que te abones a todos informativos de los canales de televisión. El término infoxicación hace referencia a la intoxicación que produce el exceso de información. Pretender saber al segundo todo lo relativo a la pandemia perjudica más que ayuda. Date un respiro y limita lo que ves u oyes sobre el tema.
3. Practica la calma
Ayúdate de cualquier actividad que te genere un estado de tranquilidad y quietud. Acallar la mente no siempre es fácil, pero si te lo planteas como objetivo y dedicas un tiempo cada día para hacerlo es más probable que lo consigas. Ya sea escuchar música relajante, pasear, un baño de espuma o una buena lectura, haz cualquier cosa que te relaje y te calme.
4. Permanece en contacto con otras personas que te importan
Aunque te de pereza, es bueno que intentes permanecer en contacto con personas a las que aprecias, que te hacen reír o que son capaces de mantener una conversación interesante.
Somos seres sociales y necesitamos relacionarnos con los demás. Tal vez ésta ha sido una de las causas de que la pandemia nos haya descolocado tanto. No podemos abrazarnos, ni besarnos, pero podemos elegir seguir conectados emocionalmente con otras personas en lugar de meternos en nuestro mundo y aislarnos. No debemos olvidar que, como dice la célebre frase, «deberíamos besarnos para calmar la tensión», aunque en estos tiempos, debamos encontrar nuevas formas de conectar y apaciguar nuestra ansiedad.
5. Acepta lo que sientes
No eres ni mejor ni peor por sentir lo que sientes. Aunque pueda parecerte increíble que te esté pasando a ti, no te machaques ni te castigues por ello. Recuerda: «no te castigues a ti mismo por una persona que no puede ver lo increíble que eres». Aceptar las emociones es el primer paso para poder regularlas. Rechazar lo que sentimos nos hace sentir inapropiados y nos impide poner remedio.
6. Enfócate en lo positivo.
A veces basta con que te digas «menos mal que…» y busques algo con lo que completar la frase para poder encontrar algo positivo a una mala situación. No se trata de que no importe que nos pasen cosas malas, o incluso cosas terribles. Pero si aprendes a encontrar un menos mal que de cada situación, podrás relativizar un poco el impacto negativo de lo que te sucede. Algunos ejemplos:
– «Esto parece que no va a desaparecer nunca. Menos mal que… ya han empezado a poner vacunas»
– «Odio no poder irme de vacaciones a donde quiera, cuando quiera. Menos mal que… con lo que estoy ahorrando, cuando pueda hacerlo, me voy a dar las vacaciones de mi vida»
– «Siento una fatiga pandemia insoportable. Menos mal que… existen estrategias y apoyo para ayudarme a saber cómo superarla».
– Escribe aquí tu propia queja y tu menos mal que…
No pretendo decirte que te pongas en modo happy si has perdido a un ser querido o si la pandemia se ha llevado tu trabajo por delante. Esas experiencias duelen, y es normal, tienen que doler. Lo que te digo es que no te quedes a vivir en ese dolor, que busques la manera de encontrar nuevas razones para seguir adelante.
Si sientes que la fatiga pandemia te sobrepasa y no sabes cómo superar la fatiga, recuerda que buscar ayuda puede ser un paso crucial. No estás solo en este viaje; hay profesionales y comunidades dispuestas a apoyarte.
Y si tienes la fortuna de seguir con salud a pesar de la que está cayendo, siempre puedes decirte: «La pandemia es un asco. Menos mal que… sé que de ésta también saldremos».
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