Mi hijo se porta mal: ¿por qué y qué puedo hacer?

¿Cuántas veces has pensado que el comportamiento de tu primo, tu hijo, tu sobrino o tu alumno “no tiene solución”?

Es importante que tengamos claro que no hay niños “malos y problemáticos”, sino formas de educar y relacionarse. Todos los niños son capaces de cambiar su comportamiento si se utilizan los métodos apropiados para ello, dedicando más tiempo y esfuerzo al comportamiento positivo que al comportamiento problemático.

Hay que tener en cuenta que hay comportamientos que son normales en ciertas edades (mostrar impaciencia cuando está cansado, no ha aprendido lo que tiene que hacer en ese momento determinado o en ese lugar concreto…), pero hay que saber diferenciar entre un comportamiento lógico y un mal comportamiento.

Entonces, ¿por qué se portan mal?

Los niños perciben el mundo como un lugar amenazante y hostil, y ante ese peligro y posible daño inminente el niño busca formas de protección. A corto plazo aparecen la agresividad y el aislamiento. A largo plazo habrá un fracaso para desarrollar competencias prosociales que le permitirán relacionarse y resolver las dificultades más comunes de esta etapa del desarrollo.

En muchas ocasiones son problemas transitorios pero que pueden convertirse en un problema grave por su frecuencia e intensidad. Como consecuencia, pueden aparecer dificultades de adaptación (le cuesta integrarse, se saltan las normas, puede interferir en el rendimiento escolar…)

antecedentes

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En la encuesta nacional de salud mental realizada en 2017, se encontró que en población infantil (0-14 años) la prevalencia de trastornos de conducta era de 1,4% (0-4 años 0,31%; 5-9 años 1,95%; 10-14 años 2,90%) y la prevalencia de problemas con compañeros era de 1,1%.

Variables que afectan

Si el niño se porta mal es por algo en concreto. Las variables que están relacionadas con esta mala conducta pueden deberse a elementos internos al niño (baja tolerancia a la frustración, baja autoestima, escaso control de impulsos…). También pueden deberse a variables externas al niño propias del contexto en el que vive.

Hay causas que afectan al inicio de ese mal comportamiento, pero también hay variables que hacen que se mantenga en el tiempo. Más adelante hablaremos de pautas que podemos seguir para evitar ese mantenimiento de la mala conducta.

mal comportamiento

¿Cuándo hay que estar alerta?

Entre los 8 y 9 años se inicia un proceso de transición entre la dependencia y la autonomía, y se deja de ser niño para empezar a ser adolescente (de los 10 hasta los 18 años). A partir de este momento, se vive un proceso de cambios no solo corporales, sino también cognitivos y emocionales en el cual la incertidumbre y las posibles pérdidas ocasionan este mal comportamiento.

Muchas veces se nos olvida que nosotros hemos pasado por esa misma “montaña rusa” que están experimentando. Nos impresionan ciertos comportamientos como las ideas extremistas que tienen, esa necesidad imperiosa de privacidad e independencia, y la impulsividad que a veces reina en decisiones importantes. Prueban los límites y luchan por tener autonomía en algunas ocasiones recurriendo a comportamientos agresivos, explosiones de ira o rabietas.

Como hemos dicho antes, están en un proceso de cambio por lo que muchas veces no saben lo que están sintiendo, no lo saben manejar y se da una mala gestión de los conflictos. Cuando se da esa acumulación de tensión, puede iniciarse el ciclo de violencia que desencadenaría en una agresión y explosión que no siempre puede acabar en un arrepentimiento y reconciliación.

ciclo

 ¿Qué podemos hacer?

Esto no es únicamente un problema del niño, sino que es un problema familiar y depende de todos arreglarlo. Ante estas situaciones, lo que buscaremos será desarrollar competencias que nos permitan alcanzar flexibilidad, entrar en un diálogo comprensivo y eliminar la posibilidad de interacción coercitiva

  1. Supervisar el comportamiento de los niños y elogiar y premiar el comportamiento positivo

    Confiar, darle seguridad y aumentar poco a poco el sentido de responsabilidad. Es esencial poner énfasis en la conducta positiva de los niños.

  2. Compartir actividades gratificantes con los niños

    Valorar y dar importancia a momentos positivos y la relación al margen de los conflictos y no olvidar que los adolescentes necesitan escuchar que los queremos.

  3. Establecer expectativas, reglas y límites adecuados utilizando pautas de comunicación eficaces

    Comunicación clara y no ambigua. Escuchar activamente, empatizar y afrontar emociones de ira y agresividad. Utilizar sistemas disciplinarios razonables y consistentes.

  4. Autocontrol ymanejo del estrés e impulsividad ante interacciones negativas

    No entrar en provocaciones, no reaccionar con violencia, evitar la escala de la violencia. Los adultos somos la referencia y el modelo para el niño, y nuestro modo de actuar repercutirá en su modo de actuar.

  5. Resolver los conflictos familiares de forma racional y sistemática

    Instaurar técnicas disciplinarias no basadas en el castigo físico. Los problemas se deben solucionar siempre desde el cariño y el respeto, y su mal comportamiento no debe llevar nunca a la ruptura de la comunicación.

pautas de actuación

Para saber más sobre este tema

Carmen de la Riva García - Jalón
Carmen de la Riva García - Jalón Psicóloga en prácticas