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Síndrome del nido vacío
Todos los padres y madres queremos lo mejor para nuestros hijos. Desde que nacen nos encanta verles crecer, acompañarles en sus nuevas etapas, darles todo nuestro apoyo y cariño.
Muchos de ellos pasan por esa etapa tan “especial” que es la adolescencia, que como hijos ya hemos pasado, pero como padres nos parece un mundo totalmente nuevo y lejano. Poco a poco van demandando más independencia. Buscan apoyo en sus amistades y nos ven como el “enemigo público número uno”, pese a que seamos los que velan por su seguridad y bienestar.
Nos sentimos orgullosos cuando después de todo el esfuerzo que han realizado estudiando y labrando su futuro logran alcanzar sus sueños. Por fin han conseguido esa beca para la universidad, ese trabajo soñado o simplemente su independencia. Tarde o temprano dejan la seguridad de nuestros hogares para enfrentarse al mundo exterior por su cuenta. Y vuelven a casa cada domingo con tuppers vacíos pidiéndonos esa receta que les encanta pero que a ellos “nos les queda igual”.
Empiezan una nueva etapa, su vida adulta, pero ¿qué vamos a hacer nosotros ahora? ¿A quién vamos a cuidar? ¿Estará comiendo bien? ¿Se pondrá suficiente abrigo?
¿Qué es el síndrome del nido vacío?
Si todo esto nos suena, quizá estemos experimentando el síndrome del nido vacío. Este síndrome se manifiesta cuando el último de los hijos de una familia se va de casa. Y se caracteriza porque los padres experimentamos un sentimiento de tristeza y pérdida.
Como padres, somos los primeros que les animamos a que tomen la decisión. Sabemos que es lo mejor para ellos y en un futuro les hará ser adultos sanos, responsables y preparados. Pero somos padres, no robots. Claro que nos afecta que nuestros hijos se marchen de casa. Al igual que para ellos, para nosotros también es una nueva etapa y, como todo cambio, necesitamos asimilarlo.
¿Qué características tiene?
Es muy positivo para nosotros entender que no es el fin del mundo. Nuestra vida no se va a terminar por el hecho de que nuestros hijos se vayan de casa. Si la vida nos da limones, nosotros podemos hacer una limonada para chuparnos los dedos. Es normal que al principio nos cueste verle el lado positivo. Incluso que sintamos que es un momento duro.
Recuerda que no es fácil. Los éxitos son la suma de pequeños esfuerzos repetidos día tras día.
El síndrome del nido vacío es un conjunto de síntomas relacionados con:
● Sentimiento de soledad
● Sentimiento de tristeza
● Aburrimiento
● Ganas de llorar
● Recuerdos frecuentes de cuando vivían todos juntos
● Problemas para dormir
Pese a lo que podamos pensar es más común de lo que nos parece. Es un sentimiento normal ante una separación. Debemos aceptar nuestras emociones, permitirnos sentir tristeza o llorar si es necesario. Hablar de ello con naturalidad y sin miedo, pues pese a que es un trago amargo, es también un acto de amor y orgullo hacia nuestros hijos.
Debemos ser conscientes de que esos sentimientos son producto del cambio que supone en nuestra vida. Si esto persiste en el tiempo es recomendable que pidamos ayuda o visitemos a un psicólogo, ya que, aun siendo poco frecuente, puede desembocar en un malestar intenso.
Cómo superar la sensación de vacío
¿Qué podemos hacer para evitar que la situación nos supere?
● Aceptar el paso del tiempo. Ya no son niños, han entrado en la vida adulta. No nos necesitan tanto como antes, pero aún siguen queriendo que estemos allí para guiarles de otra manera.
● Mantener el contacto con ellos siempre que lo necesites. Una llamada por teléfono o alguna visita a su nuevo hogar puede ayudarnos a rebajar ese sentimiento de tristeza.
● Mantener una actitud positiva, pensar en nosotros mismos, los proyectos personales que queremos hacer y la libertad que tenemos ahora es un buen motor para mantenernos positivos, invertir energía y todo nuestro tiempo en aquello que nos apetezca.
● Hacer actividades agradables. Esa clase de baile a la que nunca tenías tiempo de ir, ver una película en el cine, quedar con tus amigos. Son ejemplos de actividades que puede que hayamos dejado de lado por falta de tiempo. Ahora es el momento de retomarlas.
● Buscar apoyo es uno de los consejos más importantes. Sentirnos comprendidos y arropados por seres queridos y personas cercanas. Poder expresarnos abiertamente sin temor nos ayuda a aceptar nuestras emociones y coger fuerza para continuar.
Y ahora ¿qué puedo hacer?
Es nuestro momento. La aceptación de nuestros sentimientos es fundamental para retomar el contacto con nosotros mismos. Será necesario tomarse un tiempo de reflexión y pensar en lo que sentimos, por qué lo sentimos y qué podríamos hacer para encontrarnos a gusto con quienes somos ahora. ¿Qué te diría tu yo de veinte años? Tu eres la persona que mejor te comprende, escríbete una carta donde plasmes tu mayores deseos.
Hay luz al final del túnel. Es en este momento de nuestra vida donde vamos a reencontrarnos con nosotros mismos y con nuestra pareja. Retomar nuevos proyectos personales, tanto profesionales como aquellos hobbies que nos apasionaban. ¿Ese viaje tan romántico a la Toscana? Toda la casa para vosotros solos. Reserva en ese restaurante tan caro. Volver a tener libre las tardes. Las opciones son las que se te ocurran.
Además, como ya hemos dicho, que se vayan no significa que dejemos de ser padres. Han entrado en la edad adulta, una etapa nueva llena de desafíos, y nosotros jugamos con ventaja, ya llevamos un tiempo en ella. Por lo que somos su referencia y apoyo más cercano. Acudirán a nosotros con nuevas experiencias y nosotros podremos escucharlos y aconsejarles lo mejor que podamos.
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