Qué es el amor líquido

¿Qué entendemos por amor líquido?

Amor líquido: Relaciones basadas en lo superficial, poco estables, de corta duración, en las que el vínculo es frágil y se huye del compromiso. Amor de usar y tirar.

Relaciones de bolsillo

¿Te parece que hoy en día las relaciones son de este tipo? Pues, aunque me gustaría decirte que no, la realidad es que el amor líquido predomina hoy en nuestra sociedad.

El término “amor líquido” fue acuñado por el psicólogo Zygmunt Bauman. Se trata de una idea asociada a la esencia que parece vivirse en la sociedad actual, en la que se valora, quizá en demasiadas ocasiones, lo fugaz, el consumismo puntual que da satisfacción a una necesidad momentánea y que, seguidamente, se desecha.

No estamos hablando sólo de las relaciones interpersonales, sino también de la relación que establecemos con nosotros mismos, o lo que el propio Bauman denomina “la liquidez del amor propio”.

Frente a ello, establecer un vínculo fuerte y comprometido no es, en ocasiones, algo fácil para muchas personas. Tras ello, se esconde un sentido de responsabilidad y de trascendencia personal que tal vez, no están dispuestos a asumir. Es posible, además,  que exista el factor miedo e, incluso, una inmadurez personal que provoca que no sea posible concebir una auténtica relación sólida, estable y con un proyecto de futuro.

El propio Bauman explica que muchas relaciones de hoy en día son “conexiones” más que “relaciones”.

amor líquido

El ciudadano líquido

En la sociedad actual, vivimos en la angustia ambivalente de querer “vivir juntos y separados”. Queremos conocer gente, ampliar las amistades, figurar en las redes sociales…, pero a la vez no queremos asumir ningún compromiso que nos pueda privar de esa libertad que creemos necesaria y vital. El arte de romper las relaciones y salir ileso de ellas supera ampliamente al arte de componer las relaciones. Evitamos caer en las redes del amor y aprendemos a preservarnos, comportándonos como consumidores de otros que no quieren gastarse a sí mismos.

El ciudadano líquido aspira a mantenerse permanentemente desatado. Rehúsa vínculos y compromisos estables y defiende, por encima de todo, su independencia social, sexual y económica; independencia que, por lo demás, no está dispuesto a sacrificar por ningún tipo de amor.

Desea tener relaciones íntimas, pero con fecha de caducidad y, si es posible, sin secuelas.

El amor que nos ofrecen los demás es la base sobre la que construimos el amor propio

Bauman nos insta a reflexionar sobre cómo «el amor que nos ofrecen los demás es la base sobre la que construimos el amor propio», y cómo este principio se ve afectado en una cultura de amor líquido. La constante búsqueda de gratificación instantánea y la aversión al compromiso pueden llevar a un ciclo autodestructivo donde la construcción del amor propio se vuelve cada vez más difícil, dado que el apoyo emocional y la estabilidad que normalmente se obtienen a través de relaciones significativas y duraderas se ven comprometidos.

¿Liquidez del amor?

¿Existe una liquidación del amor? ¿Hemos acabado con él a base de conferir flexibilidad, falta de consistencia y duración a nuestros vínculos afectivos?

¿Dónde están las historias de amor eterno e incondicional de nuestros mayores? ¿Dura ahora el amor menos que antes? ¿Acaso nuestras relaciones nacen con fecha de caducidad?

Señalemos algunos datos estadísticos: la edad en la que se producen más divorcios en España es entre los 40 y los 50 años; la duración media de los matrimonios es de 16,8 años; se rompe un matrimonio cada 5 minutos en España, esto es, 290 rupturas matrimoniales cada día, convirtiéndose en uno de los principales problemas de las familias españolas.

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Empecemos por diferenciar conceptos. Pasión, enamoramiento y amor no son iguales. Cada uno tiene su espacio y su tiempo. Entonces, ¿cuánto dura el amor? Podríamos decir que lo mismo que un jardín bonito: depende de cómo lo cuides, de cómo lo entiendas, y de cuánto sepas de plantas. Hoy en día, cuidamos poco ese jardín y no sabemos demasiado de plantas.

El amor no tendría por qué tener fecha de caducidad. Sin embargo, es cierto que, en nuestros días, tiende a tenerla porque todos esperamos demasiado de nuestras parejas y, a la vez, no somos muy altruistas a la hora de dar algo sin pedir nada.

Lo más importante es lograr que nuestro yo, nuestra forma de ver el mundo, esté presente junto a la de nuestra pareja. Desde allí, podremos construir espacios compartidos. Es básico, por tanto, encontrar un equilibrio entre mantener nuestra autoestima dentro la relación y ese altruismo que nos hace volcarnos en el otro.

¿Qué puede pasar? Que logremos este equilibrio y construyamos las bases para una relación que perdure en el tiempo. Sin embargo, también puede pasar que la relación se convierta en dos “yoes” diferentes que no consigan crear un “nosotros”, un espacio de integración y, por lo tanto, una pareja. Igualmente, y en el lado opuesto, puede ocurrir que se logre una simbiosis entre ambas partes de la pareja tan intensa, que una de las dos no sea capaz de ser quien es, produciéndose una relación de desigualdad, que, sin duda, acabará, antes o después, en una crisis de pareja.

Aunque nada es eterno, todo lo que cuidamos dura más

La frase «aunque nada es eterno, todo lo que cuidamos dura más» nos invita a reflexionar sobre la importancia del esfuerzo y la dedicación en las relaciones. Este enfoque nos anima a alejarnos de la visión del amor líquido y a abrazar una actitud más comprometida y cuidadosa hacia nuestras conexiones personales.

Tú eliges

¿Y tú, que tipo de relación prefieres? En mi opinión, con amor honesto y sincero encontrarás la relación que te haga feliz, sea ésta más o menos líquida. Una de las experiencias emocionales más intensas que puede vivir un ser humano a lo largo de su vida es enamorarse y vivir plenamente en pareja.

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Antonio Rodríguez Jódar
Antonio Rodríguez JódarPsicólogo en prácticas
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