Adolescente agradecido es unir dos palabras que no siempre se llevan bien. Pero esto ya lo sabes si convives con adolescentes o coincides con ellos por trabajo u otras razones.

Cada vez más, las quejas de padres y madres acerca de esta etapa vital hacen referencia al poco agradecimiento que muestran en el día a día. Puede ser por un regalo que no coincide exactamente con lo que habían pedido. Pero también puede ser por la comida que tienen en el plato o porque la ropa que se les compra no es de la marca que querían.

El niño o niña que daba siempre las gracias no es un adolescente agradecido

Porque nosotros les educamos para que sean buenas personas y agradecidos. Pero un día empiezan a protestar por todo. Todo les cae mal y cualquier desencuentro puede terminar en un drama de dimensiones imprevisibles. Sobre todo, si tenemos en cuenta que nuestra reacción empieza siendo de asombro y puede acabar fácilmente en enfado. ¿Qué ha pasado con el niño/a amable, que se emocionaba con cada detalle? ¿Serán las hormonas de la adolescencia?

Seguramente, si te recuerdas en tu adolescencia, es posible que encuentres momentos en los que a ti también te pasaba que todo te sentaba mal. En ocasiones, puede que pensaras que el mundo era injusto contigo y nadie te entendía. Y aunque no fuera cierto, sí lo era que lo vivías así. Lo mismo les ocurre a los adolescentes hoy en día. ¿Por qué? Porque es un proceso evolutivo.

¿Las hormonas o el cerebro?… ¿o ambos?

Siempre se alude al desarrollo hormonal y a los cambios fisiológicos para explicar el comportamiento adolescente, a veces incomprensible para los adultos. Pero también se producen otros cambios que, si los conocemos, nos ayudan a comprender mejor lo que ocurre.

adolescentes agradecidos

Durante esta etapa vital, además de todos los cambios hormonales, también hay mayor riego de la sangre en una parte de nuestro cerebro llamada amígdala. No. No hablo del tejido que tenemos en la garganta, sino de la estructura cerebral que se encarga de nuestras respuestas emocionales. Esta estructura madura mucho antes que la corteza prefrontal situada justo detrás de los ojos. En el prefrontal es donde se toman decisiones, se analizan los hechos y sus consecuencias y se trazan planes, y parece continuar en su proceso madurativo hasta los 24 años. Es fácil imaginar cómo la amigdala, que ya funciona a pleno rendimiento en nuestro cerebro, toma el control de las emociones y cualquier contratiempo puede convertirse en un drama.

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¿Cómo favorecer que se convierta en un adolescente agradecido?

Seguramente tienes un montón de frentes abiertos y lo único que esperas de tu hijo/a es que muestre un poco de agradecimiento en lugar de montar en cólera por cualquier pequeño detalle. Puede que pienses que su vida, comparada con la tuya, es un camino fácil y cómodo y no tiene derecho a quejarse. O incluso, es posible que hayas dedicado horas a buscar ese regalo que creías que le haría ilusión y te paga un desprecio…

Si esta situación se repite con frecuencia, puede que vuestra relación ya se haya visto afectada y cada vez sean más frecuentes sus desplantes y tus enfados.

Aunque te cueste creerlo, ese/a adolescente que no agradece y que a todo responde no se siente genial. Es más, es posible que se sienta muy mal después de un enfrentamiento, pero le va a costar reconocerlo porque está lidiando con esa amígdala que se ha hecho con el mando de sus emociones. Tiene sus propios problemas que le hacen sufrir: encajar con sus amigos, estar a la altura de lo que cree que la sociedad, y las Redes Sociales, esperan de él o ella…

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Castigarle va a servir para poco. Posiblemente, el mayor castigo ya se lo esté aplicando a sí mismo/a en forma de autodesprecio y en su convicción de que nadie le comprende. Si quieres ayudarle (y ayudarte) lo mejor que puedes hacer es:

  • Mantener la calma ante la tormenta que se avecina.
  • No hacer acusaciones ni atacarle aludiendo a su comportamiento.
  • Tratar de escuchar qué hay detrás de su queja.
  • Explicar que quieres entender qué va mal.
  • Decir que necesitáis comunicaros más calmados, si en este momento no os es posible, emplazaos para continuar la conversación en otro momento…

Más que un castigo, lo que necesita es que le enseñes a gestionar sus emociones. Que le ayudes a poner en funcionamiento su corteza prefrontal de manera que pueda analizar la situación y decidir la mejor respuesta. Es decir, límites sí porque le permiten «pensar» mejor y responder en lugar de reaccionar. Castigos no, porque sólo aumentan su malestar y le hacen sentirse menos capaz de solucionar sus conflictos internos.

Y ya sabes, queremos que compartas tu opinión con nosotras. Déjanos tus comentarios.

Rosana Pereira Davila
Rosana Pereira DavilaPsicóloga