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Cómo nos afecta la opinión de los demás
¿Cómo nos afectan sus expectativas?, ¿y las nuestras?: Efecto Pigmalión y Efecto Galatea
El efecto Pigmalión
El descubrimiento del efecto Pigmalión surge a raíz de unos experimentos realizados en 1965 en un Instituto de California.
Escogieron a principios de curso a 300 alumnos y les pasaron pruebas de inteligencia. Los resultados mostraron que prácticamente todos tenían la misma capacidad. Escogieron al azar a un grupo de estudiantes y les otorgaron unas notas altas en ese test de inteligencia, dando informes falsos a sus profesores acerca de su capacidad. Así finalizó la primera parte del experimento.
La segunda parte se produjo al finalizar el curso escolar. Al mismo grupo de 300 alumnos les volvieron a pasar los mismos test. Observaron que aquellos alumnos escogidos al azar como más inteligentes, a pesar de tener una capacidad muy parecida a la del resto de compañeros, habían mejorado los resultados significativamente.
La explicación que dieron a este suceso fue que los informes brillantes, pero falsos, que les dieron a los profesores acerca de estos alumnos elegidos al azar, habían modificado las expectativas que estos tenían de los alumnos. Y estos alumnos, que hasta ahora habían sido tratados igual que el resto, empezaron a tener un trato diferente, de manera inconsciente, por parte de sus profesores. Este trato distinto se manifestaba en acciones como mantener más tiempo la mirada en ellos. Si se equivocaban no lo atribuían a un problema de capacidad sino a que a lo mejor no habían comprendido bien. Les repetían más veces las explicaciones que al resto, les animaban más… En general, les daban una serie de oportunidades que sus compañeros no tenían, ya que sabían que podían esperar mucho de ellos.
Estas falsas expectativas se acabaron cumpliendo y sacaron unos resultados académicos superiores al resto de sus compañeros, más allá de los resultados de los test. Se observó cómo nos afecta la opinión de los demás.
¿Por qué se llama Efecto Pigmalión?
El nombre proviene de un mito que nos llega a través de la Metamorfosis de Ovidio. El rey de Chipre, Pigmalión, había modelado una estatua con forma de mujer y se había enamorado de ella. Por esta razón pedía a los dioses que la otorgaran vida, hasta que un día Afrodita le concedió su deseo. Pigmalión se casó con Galatea, que así se llamaba la mujer que nació de la estatua, y juntos tuvieron una hija llamada Pafo.
La metáfora que extraemos de este mito corresponde con el experimento de Rosenthal. Los deseos y las expectativas que tenemos nos llevan a realizar una serie de actos, a comportarnos de una forma que, a su vez, llevan a que dichos deseos y expectativas se hagan realidad.
Cómo nos afecta la opinión de los demás es consecuencia del Efecto Pigmalión
Hemos visto que tener expectativas altas hacia un niño, mejorará su rendimiento, porque le mostramos lo mucho que se espera de él. Estas expectativas han de ser reales y fundamentadas de tal manera que el adulto que las transmite así las conciba.
El efecto Pigmalión puede también tener efectos negativos hacia los niños. Esto sucede cuando las expectativas que yo tengo sobre el otro son manipuladas porque estoy incluyendo en ellas mi filtro personal. De esta manera muchas veces se consigue justo el efecto contrario y nos encontramos con hijos que se convierten en algo totalmente distinto a lo que sus padres querían.
Esto se debe a que los mensajes y los reproches que le transmiten se centran constantemente en ello. Se envían mensajes como “Si sigues así, te vas a convertir en un desgraciado” o “Ponte a estudiar que al final no vas a llegar a nada en la vida”. Son ejemplos de frases que algunos adultos pueden entender como motivadoras y que por el contrario depositan en el niño unas expectativas negativas. Por tanto, no consiste en decir constantemente lo que queremos que haga el otro, sino en influir de manera positiva, mostrándole que se espera mucho de él.
¿Cómo podemos evitar estos efectos negativos?
Evitar estos efectos negativos no es tarea fácil y requiere implicación por parte del cuidador. Se ha de hacer un ejercicio de autoexploración. Descubrir de esta manera cuales son las expectativas reales que se tienen hacia el niño y por qué son esas y no otras. Para esto hay que ser capaz también de poder desechar aquellas expectativas que nos hubieran gustado pero que no corresponden. Es importante también cambiar el modo de expresarse, de formular las frases, de mirar… Estas expectativas positivas ayudarán también a mejorar su autoestima.
El Efecto Galatea
Además del efecto Pigmalión, existe otro llamado efecto Galatea. El efecto Galatea se refiere también a las expectativas que tenemos, pero no acerca de los demás, sino sobre nosotros mismos. Es decir, la creencia que tenemos sobre nuestras propias capacidades y posibilidades a la hora de conseguir o no nuestros objetivos.
De esta manera, si una persona se siente capaz de alcanzar un objetivo, sus acciones van a ir orientadas hacia conseguir el éxito en ese objetivo. Se obtiene así un mayor compromiso con el mismo y es bastante fácil que llegue a cumplirlo.
Si, por el contrario, no se siente capaz de alcanzarlo, o no tiene esa confianza en sí mismo de que lo va a lograr, sus acciones no van a ir encaminadas a conseguirlo. Además, tampoco conseguirá comprometerse con tal objetivo, siendo por tanto más probable que no llegue a alcanzarlo.
¿Estas expectativas influyen en cómo nos ven los demás?
Estas expectativas que tenemos acerca de nosotros mismos delimitan la manera que tenemos de percibirnos. Y, a pesar de que es algo interno nuestro, los demás son capaces de captarlo. De una forma u otra lo acabamos proyectando al exterior. Por lo tanto, la imagen que los demás tengan de nosotros se va a ver influida en cierta medida por nuestra autopercepción y autoconfianza.
Los demás van a tener unas expectativas acerca de nosotros según la autopercepción que manifestemos. Esas expectativas concretas que tengan nos las van a transmitir, de tal manera que eso también va a modificar nuestro autoconcepto. Es aquí donde el efecto Pigmalión y el efecto Galatea se ven estrechamente relacionados. El autoconcepto que manifestemos le dará al resto unas expectativas acerca de nosotros mismos. Al mismo tiempo, esas expectativas de los demás pueden modificar nuestro autoconcepto.
¿A qué atribuimos nuestro éxito o fracaso?
El efecto Galatea podemos relacionarlo también con el locus de control. Entendemos éste como, la atribución a uno mismo o a factores externos de la responsabilidad acerca de lo que nos sucede. Una persona que crea que su éxito o su fracaso en la consecución de un objetivo depende de él mismo, tendrá acciones más dirigidas a esa meta. En cambio, una persona que considera no tener ninguna responsabilidad acerca de los sucesos que le ocurren, puede perder la motivación en la consecución de esos objetivos. Esto le ocurre porque, aunque triunfe, va a pensar que no ha sido fruto suyo, sino del azar.
Las expectativas que tenemos tanto de nosotros mismos como de la gente que nos rodea puede influir de una manera tremenda en el resultado final que se produce. Creer en algo puede hacer que ese algo acabe sucediendo. Y no de una manera mágica, sino mediante las acciones que llevamos a cabo. Esto es así porque inconscientemente modificamos nuestra conducta, modificamos cómo nos comportamos y hacemos que eso sea más o menos probable.
«Todos somos genios, pero si juzgas a un pez por su habilidad para trepar árboles, vivirá toda su vida pensando que es un inútil»
«Todos somos genios, pero si juzgas a un pez por su habilidad para trepar árboles, vivirá toda su vida pensando que es un inútil» Me parece una frase tan grande, con tanto significado, tan imponente que espero no olvidar nunca. Recuerdo que tuve un ex muy brillante en matemáticas, que no hacía mas que resaltar su inteligencia tirando por tierra las capacidades del resto. Es decir, no viendo que hay muchos tipos de inteligencias y capacidades.
[…] Depender de la opinión de los demás. […]