Estrella Veiga Zarza
Estrella Veiga ZarzaPsicóloga en prácticas

¿Controlas o no controlas?

Descubre si eres víctima de la falacia de control

Aunque todos nos veamos sumergidos en situaciones comunes, no todos las percibimos de la misma forma. Intenta recordar, por ejemplo, el último examen que aprobaste, o el último puesto de trabajo que conseguiste. Ahora, recuerda qué pensaste. Tal vez fue algo cercano a “ha sido cuestión de suerte”. O no. Tal vez fue algo como “ha sido gracias al esfuerzo que he dedicado y a mi capacidad”.

De esta manera, aunque dos personas hayan sacado una nota parecida en un examen o hayan conseguido el mismo puesto de trabajo, pueden creer que los motivos de haber obtenido este resultado sean muy diferentes. Es decir, atribuyen las causas de lo que les sucede a actuaciones propias o, por el contrario, a hechos ajenos a sí mismos. Esto es lo que los psicólogos llamamos Locus de control o Lugar de control.

Alguien con un lugar de control interno tiende a percibir que él mismo es el causante de los acontecimientos que le ocurren en su vida cotidiana. Por el contrario, alguien con un lugar de control externo pensará que aquello que le sucede es consecuencia de la acción de los demás. O, simplemente, que lo que le ocurre se debe al azar. A continuación, te dejo algunos ejemplos de formas de expresar cada uno de ellos.

Ejemplos de expresiones dependiendo del «locus de control»

Alguien con un lugar de control interno pensaría:

  • “Las desgracias de las personas son el resultado de los errores que ellas cometen”.
  • “Llegar a ser exitoso depende de un trabajo duro y disciplinado”.
  • “La cantidad de amigos que tienes depende de lo agradable que seas”.

Mientras que alguien con un lugar de control externo dirá:

  • “Mucha de la infelicidad en las vidas de las personas se debe a la mala suerte.”
  • “Conseguir un buen trabajo depende de estar en el lugar correcto en el tiempo correcto”.
  • “No siempre es bueno planear demasiado, debido a que muchas cosas dependen de la buena o mala fortuna”.

En consecuencia, la forma en la que interpretemos la realidad, tendrá una repercusión en cómo nos sintamos y en cómo actuemos con el entorno. Más concretamente, dónde coloquemos la causa de lo que nos ocurre -que puede, o no, corresponderse con la realidad-, despierta unas expectativas en nosotros que pueden condicionarnos y llevarnos a responder de una determinada manera.

Relación entre confianza y éxito

Lugar de control

Imagina la típica escena en la cual un alumno dice “HE aprobado un examen”. Pero, en cambio, cuando no ha obtenido una buena calificación lo que dice es: “me HAN suspendido”. En el primer caso, parece que el estudiante se cree la causa de su buen resultado. En el segundo ejemplo, intuimos que él cree que son causas externas las que le han llevado a suspender. Es por ello que considerarnos a nosotros mismos el motivo de nuestros resultados positivos (“Lo he conseguido gracias a mi capacidad y trabajo”) nos lleva a sentirnos capaces y a tener sensación de control sobre las situaciones. Por tanto, es muy gratificante y nos da autoconfianza, ya que vemos que, a través de nuestro esfuerzo, somos eficaces consiguiendo las metas que nos hemos propuesto.

No es de extrañar, entonces, que personas con un lugar de control interno tengan una mayor autoestima y se sientan seguros ante nuevos retos. A su vez, cuando han obtenido un mal resultado, tratan de modificar sus propias acciones, debido a que son conscientes de la responsabilidad que tiene todo aquello que hacen sobre lo que les sucede. Por eso, tampoco es sorprendente que el Lugar de control interno se haya asociado a un mayor éxito laboral.

Los efectos de la percepción del control

Llegado este punto, parece que tener percepción de control y concederse la responsabilidad de lo que ocurre tiene efectos muy positivos. Pero… ¿los tiene siempre?

La respuesta es no. Creer que podemos controlarlo todo no es la solución (de hecho, es más bien un problema). Hay situaciones que escapan a nuestro control, y adjudicarnos la responsabilidad de que ocurran no hace sino alimentar una sensación de impotencia e incapacidad, además de hacer brotar sentimientos de culpa. Un ejemplo clásico, sería el atravesar una enfermedad grave o crónica. Si bien tenemos control sobre algunas cuestiones, como pueden ser tomar la medicación o acudir al médico, hay otras variables que no dependen de nosotros, y creernos responsables solo aumentará el estrés y el malestar que sentimos.

La falacia de control

La falacia de control, que nos lleva a creer que podemos controlar todo lo que sucede y todo lo que está a nuestro alrededor, y que realizando poco o mucho esfuerzo cambiaremos todo lo que nos propongamos, conlleva mucha presión. Además, realizar incesantes esfuerzos por conseguir un objetivo que nunca llega, supone un fuerte desgaste (tanto a nivel físico como emocional).

Por ello, la clave parece estar, nada más y nada menos, que en saber concedernos la parte de la responsabilidad que nos corresponde, y disculparnos de la que no. Pero, ¡ojo! Que sea la clave no implica que sea fácil. De hecho, parte del trabajo de los psicólogos consiste en que seamos conscientes de qué explicación le damos a lo que nos sucede, y modifiquemos nuestra falta o exceso de control. Así que la próxima vez que nos hagamos la pregunta de “¿controlas o no controlas?”, no elijas una sola. La solución está, más bien, en hacerse otras dos: “¿Tengo el control de lo que está en mi mano? ¿Acepto aquello que no puedo controlar?”.

Como dice el célebre escritor Fernando de Rojas:

“Jamás el esfuerzo desayuda a la fortuna”

Así que manos a la obra y… ¡mucha “suerte” (y trabajo) en tu dominio y limitación del control!

¡Ahhh! y cuéntanos qué tal te ha ido. Puedes hacerlo aquí en el blog o en las redes sociales, donde prefieras ;)