San Valentín cuando el amor duele

En unos días se va a celebrar el día de San Valentín, dedicado por excelencia a quienes tienen una pareja a quien amar; ése tan nombrado día de los enamorados. Y lejos de tratarse de una fiesta al gusto de la mayoría, cada vez hay mas voces que se alzan en contra de lo que consideran una estrategia de marketing para aumentar las ventas en un mes caracterizado por la «re-cuesta-de-enero».

Sea como fuere, que hay gustos para todos los colores, es cierto que no todas las personas que tienen pareja celebran esta fecha, y otras muchas quisieran celebrarla y no tienen con quien.

Y pensando en esta paradoja, una de tantas en la vida, me he encontrado dando vueltas a una situación que se repite con frecuencia en la consulta: personas que tienen pareja a la que «quieren» pero que se lamentan de que «el amor duele». Es decir, que tienen pareja, sienten que la quieren, y aún así se sienten completamente infelices en la relación.San-Valentín

No voy a centrarme en situaciones de violencia de género, ni en malos tratos dentro de la pareja con independencia del sexo que tengan, porque es evidente que eso duele, pero no es amor. Estaba pensando en tantas situaciones cotidianas que comienzan por una insatisfacción difusa y acaban echando a perder la relación y la convivencia. La falta de respeto y la incomunicación toman las riendas y el resentimiento se instala haciendo que, efectivamente, el amor duela.

Sin duda, mantener en el tiempo una relación así, hace que el amor, poco a poco (o mucho a mucho), desaparezca. Hay parejas que van dejando pasar las semanas y los meses, o los años, hasta que un día descubren que ya no pueden soportar el dolor que les genera la relación.

1. Di lo que piensas y pide lo que necesitas, no esperes a que tu pareja lo adivine. Nada destruye más el cariño que la creencia de «si me quiere, debería saber lo que necesito». Hay miles de razones que van en contra de esa creencia, pero quizá la más evidente es que posiblemente tu pareja no tiene dotes de adivinación, ni aún en el caso de que tú sí las tengas ;)

2. Las formas son importantes, no todo vale. Cuida cómo dices la cosas a tu pareja. Antes de decir algo desagradable piensa qué quieres conseguir con ello. Si tu única respuesta es: «soy una persona muy sicera y digo las cosas como las pienso» el objetivo (aunque no lo creas) sólo es descargar tu mal humor, pero eso no cambia nada del comportamiento ajeno. La persona que tienes enfrente se sentirá agredida y se pondrá a la defensiva. Puedes conseguir más explicándole cómo te sientes cuando hace o dice eso que tanto te molesta.

3. Evita usar etiquetas con carga negativa para definir a tu pareja o lo que hace cuando no estáis de acuerdo en algo. Todas las frases que empiezan por «eres un/eres una..» incitan a quien las recibe a defenderse y generan resentimiento.

4. Antes de pensar en todo lo que tu pareja tiene que cambiar para que las cosas vuelvan a ser como antes, date una vuelta por tu propios hábitos y manías. Piensa qué vas a cambiar tú antes de cada cambio que pidas a tu pareja. A veces descubrimos en nuestras propias carnes que es más fácil estar dispuesto a pedir cambios que a hacerlos.

5. Agradece todo lo bueno que te aporta la relación. Cuando nos enfocamos en lo que no nos gusta de la otra persona sucede algo mágico y, a la vez, trágico: las cosas que no nos gustan parecen reproducirse y crecer. Ocurre todo lo contrario si piensas cada día en todo lo bueno que hay en tu pareja y le demuestras que lo tienes en cuenta y lo agradeces. Lo que crece entonces es la cuenta de los buenos momentos.

No hay pastillas para evitar el dolor que produce el amor (a veces), pero sí hay mucho que puedes hacer para que el dolor se pase, o mejor aún, que no llegue a aparecer.