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Confieso que he mentido
Confieso que he mentido, sí. Se hace duro afrontar algo así en público. Nuestra sociedad detesta a los mentirosos. A pesar de que cuando somos pequeños aprendemos a mentir casi a la vez que aprendemos a hablar, si no es antes…
Pue sí. He mentido. Seguro que en alguna ocasión he mentido. Yo que siempre he dicho de mí misma que soy una «sincericida», debo reconocer que también he mentido. Pero antes de que pongas el grito en el cielo y me lances tus ataques moralistas, creo que te conviene seguir leyendo. Porque yo he mentido, pero tú también.
Sí. Ya sé que reconocerlo escuece por dentro. Sobre todo cuando llevamos a gala nuestra honradez y encajamos fatal las mentiras de los demás. Yo, que me he alejado de personas a las que quería y admiraba por el dolor que me hacían sus mentiras, hoy me planto aqui a reconocer que la mentira forma parte de la naturaleza humana. Y lo peor, debo reconocer que, en ocasiones, mentir es imprescindible para sobrevivir en el medio social.
La mentira como adaptación al medio
Hay autores (Livingstone Smith, Universidad de Nueva Inglaterra) que van más allá y dicen que mentir es evolutivamente adaptativo. Es fácil de entender si antes coincidimos en definir qué es una mentira. Mentir es decir algo contrario a lo que se sabe o se piensa. No puedes negarme que en algún momento de tu vida no has manifestado algo contrario a lo que has pensado:
- una sonrisa, cuando te saluda, al vecino del quinto al que no aguantas
- esa mentira piadosa cuando te preguntan «¿te gusta el pantalón que me he comprado?»
- cuando te has callado tu opinión por no liarla
- el domino del idioma que pones en el curriculum aunque sólo lo leas con dificultad, y rezas para que te entrevisten en castellano…
Porque no todas las mentiras tienen la misma intención, ni las mismas consecuencias.
Las grandes mentiras
Si nos ponemos estupendos, hasta en la naturaleza encontramos ejemplos de animales mentirosos que se camuflan para engañar a sus víctimas o para salvar el pellejo. Pero hay mentiras de mayor entidad. Son las mentiras que se cuentan, conscientemente, con intención de engañar, para conseguir un beneficio a costa de los demás. Y de ésas, en los últimos tiempos, parece que vamos sobrados.
Puede que la mentira sea inherente a la naturaleza humana. Pero ésa no debería ser razón para que nos dejemos engañar. Como sociedad evolucionada y civilizada tendríamos que ser capaces de diferenciar y separar las mentiras piadosas de las mentiras ventajosas.
Ya dice el refrán que a río revuelto, ganancia de pescadores. Y los que aprovechan el río revuelto de la actualidad para pescar con artes mentirosas, deberían pensárselo mejor. Como dijo Abraham Lincoln:
“Se puede engañar a todo el mundo algún tiempo…se puede engañar a algunos todo el tiempo…
pero no se puede engañar a todo el mundo todo el tiempo”
Porque las mentiras tienen las patas muy cortas. Ante la necesidad irrefrenable de mentir, mejor que sea una mentira piadosa, por el bien ajeno. La persona deshonesta (modo grueso de llamar al mentiroso) se enfrenta al rechazo de la sociedad. Porque hay una moral intrínseca que repudia la mentira. Seguramente para salvarnos a nosotros mismos, como especie, de esa tendencia a fabular.
Mi mentira
No te voy a dejar con las ganas de conocer mi mentira. Aquí va.
Tenía 17 años y hacíamos, un grupo de amigos, El Viaje a la Alcarria siguiendo el libro de Cela. Era Semana Santa. Llegamos el día de Viernes Santo al pueblo de Yela (Guadalajara) y nos invitaron a comer. Cada uno del grupo en una casa del pueblo. La familia con la que comí se portó de lujo conmigo, a pesar de las pintas que debía llevar. La comida, la típica de esas fechas: bacalao con pimientos rojos. Yo, que soy muy educada, me lo comí sin rechistar (incluso poniendo buena cara) a pesar de que el bacalao lo odiaba y los pimientos, más.
- «¿Te ha gustado?»
- Sí, gracias (MENTIRA)
- «¡¡¡Pues toma, más!!!, que seguro que de tanto andar traes mucha hambre»
Ese día descubrí que mentir es mala idea. Aprendí que mentir tiene peores consecuencias que afrontar la verdad.
¿Qué pensabas, que te iba a contar una mentira de las gordas? Si yo no miento… casi nunca ;)
Y en tu caso, ¿cuál ha sido la mentira de la que más aprendiste?
[…] cómo funciona el mundo, lo que es muy valioso para nuestra supervivencia. Pero, ¿por qué la mentira es relevante para el desarrollo? ¿Por qué la mentira es […]