La semana pasada escribía en el blog de Empresarias Positivas acerca del perfeccionismo. Y en este mismo blog colgábamos una infografía del círculo del perfeccionismo. En ambos casos lo explicábamos como esa actitud que nos complica la existencia de una manera increíble y que, aún así, somos capaces de venderla ante los demás como una virtud.

Hoy voy a centrarme en otro sentimiento que, en función del marketing que hagamos para vendérnosla a nosotros mismos, puede servirnos para alcanzar grandes proyectos o para amargarnos la existencia impunemente: la envidia.

Úrsula, la bruja envidiosa que deja sin voz a La Sirenita

La envidia es uno de esos sentimientos que nadie confiesa tener porque entra dentro de los «prohibidos» en sociedad. Puedes decir que eres perfeccionista y que los demás piensen que te esfuerzas por dar lo mejor de ti mismo. La cosa no va tan mal. Por lo menos hasta que caen en la cuenta de que el perfeccionista también puede juzgar a los demás con sus gafas de perfección y acabar concluyendo que no hay nadie que esté a la altura de sus expectativas. Pero eso es tema para otro post.

Lo cierto es que, cuando se trata de envidia, enseguida pensamos en una persona mezquina, incapaz de lograr algo por sí misma, que menosprecia los logros ajenos en público y mientras los desea en privado. Nadie querría aparecer como una persona envidiosa ante los demás. La envidia es un sentimiento íntimo que hace sufrir a quien lo padece porque se cree incapaz de alcanzar o conseguir lo que tiene el otro, ya sean cosas materiales o su manera de ser o vivir.

La diferencia entre admirar y envidiar está en la percepción que la persona envidiosa tiene de sus posibilidades de llegar a obtener lo que tienen los demás.

envidiaLa solución para que el envidioso deje de sufrir no es que deje de compararse con los demás. Pasa más bien por analizar la imagen que tiene de sí mismo y de sus capacidades para lograr cosas en la vida y para trabajar por sus propias metas. El camino para dejar de sufrir por envidia pasa por ver lo que el otro ha logrado como la meta a la que se quiere llegar. Se trata de cambiar los sentimientos de desprecio y desdén por no tener lo que tiene el otro por otros de admiración por haber sido capaz de alcanzar eso que se ansía.

Para ello hay que redirigir la energía que se gasta en odiar y envidiar al otro y llevarla hacia uno mismo convertida en empoderamiento. Responder a las siguientes preguntas, y a otras que seguro aparecerán al comenzar a analizar los hechos, ayuda a convertir la envidia en admiración:

 – Qué es lo que tiene la otra persona que realmente quiero, para qué lo quiero y cómo me sentiré cuando lo consiga.

– Qué ha hecho la otra persona que yo también puedo y quiero hacer.

– Estoy dispuesto a «pagar el precio» para obtener lo mismo que la otra persona. Qué tengo que hacer diferente y a qué tengo que renunciar…

Convencerse uno mismo de que «si una persona lo puede lograr, cualquier persona puede» ayuda a «separar la paja del trigo». Permite descubrir qué es lo que realmente se desea y ayuda a enfocar toda la energía en conseguirlo.

Da igual si al principio es envidia, lo importante es trabajar por convertirla en admiración. ¿Y tú qué opinas?