¿Qué hay detrás de una decepción?

La cara oculta de las expectativas 

Detrás de ese momento incómodo de tristeza, enfado o frustración que sentimos cuando el otro no se comporta como esperábamos ha habido unas expectativas, una suposición de cara al futuro.

Esperar de los demás es humano y muchas veces automático. Desde que somos pequeños, vamos incorporando expectativas. Nuestros padres esperan que nos comportemos de una determinada manera, la sociedad y el contexto en el que vivimos, y por supuesto, nuestros amigos y parejas. Esto hace que podamos adaptarnos al entorno y que vayamos generando creencias sobre cómo comportarnos y cómo esperamos que lo hagan los demás. Es decir, hay una parte adaptativa en las expectativas, como por ejemplo, esperar que tus hijos te respeten. Las expectativas son inevitables y nos ayudan a sustentar en ellas pilares fundamentales.

Las creencias que hay detrás de las expectativas son subjetivas y varían de persona a persona. Cada uno se ha criado en un entorno diferente, con personas diferentes, por lo tanto, lo que espera cada uno de los demás no tiene por qué coincidir ya que cada persona vive su propia realidad.

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¿Qué pasa cuando las expectativas son muy altas?

Cuando estas creencias son muy rígidas y el otro no se comporta como esperamos decimos cosas como: “Yo nunca le haría eso a una amiga” y por lo tanto, nos enfadamos, nos decepcionamos y con mucha frecuencia culpamos al otro por no actuar como nosotros esperamos.

Estas creencias rígidas, por lo tanto, suscitan expectativas muy altas. Cuanto más altas sean, mayor será la decepción. Culparemos al otro sobre una apuesta a ciegas que hemos realizado nosotros en vez de revisar que quizás hayamos sido nosotros mismos los que hemos puesto el listón tan alto en el otro.

Esto tiene una parte positiva, las expectativas nos ayudan a revisar nuestras creencias y observar la realidad del otro. La decepción nos ayuda a ajustar estas expectativas a suposiciones más realistas. Además, nos ayudan a conocernos mejor y averiguar qué valores son importantes para nosotros.

Minimizar las expectativas nos ayudará a vivir más el presente y dejar que la vida y los demás nos sorprendan. No se trata de eliminar por completo las expectativas que, como ya hemos dicho, son inevitables, sino de tener una actitud más abierta, de no vivir anticipando y demandando.

Reducir esas anticipaciones nos permite disfrutar del aquí y el ahora y nos ayuda a evitar tantas decepciones. Además, ¡quizás te fijes en cosas de los demás que te sorprendan y que antes no veías por prestar la atención solo en lo que esperabas que hiciera!

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5 ideas para esperar menos de los demás

1. Asume que los demás pueden fallarte

Todos podemos equivocarnos alguna vez. En vez de juzgar al otro cuando esto ocurra, intenta adoptar una mentalidad más abierta ya que cada uno vive su propia realidad y nadie tiene la verdad absoluta. Además, nos ayudará a ampliar nuestras perspectivas y entender mejor la posición del otro.

2. No trates de imponer tus deseos

Las necesidades y valores de cada cual no tienen por qué coincidir con las nuestras. Al no imponer nuestros deseos permitimos al otro comportarse acorde a los suyos y respetarlo nos ayudará a conocerle mejor.

3. Da sin recibir

Si esperamos recibir algo a cambio siempre que damos, volveremos al círculo de la decepción. ¿Y sí buscamos la felicidad en el dar por el simple hecho del placer que sentimos al hacerlo?

4. Tu bienestar depende de ti

Buscar la felicidad en el comportamiento del otro nos lleva muchas veces a la decepción. Si asumimos un rol más activo en nuestro bienestar, tendremos más sensación de control y dejaremos de vivir “esperando”.

5. Aprovecha la decepción para revisar expectativas

Cuando te decepciones, aprovecha para hacer un análisis sobre cuánto esperabas del otro. Si las expectativas eran muy altas, es una oportunidad para ajustarlas a otras más realistas. Si no lo eran, es una oportunidad para conocerte y saber que eso que esperabas ¡es un valor importante en tu vida!

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Claudia Baselga Agustí
Claudia Baselga AgustíPsicóloga en prácticas