María Rico Zamorano
María Rico ZamoranoPsicóloga

¿Te ha comido la lengua el gato? Mutismo selectivo

África es una niña de 7 años sin ningún problema en el ambiente familiar, se siente a gusto con sus padres y en general con toda su familia, es muy alegre y sociable. Sin embargo, un día sus padres reciben una llamada de la escuela. Los profesores, preocupados, explican que, desde hace algunos meses, África no habla con los profesores, incluso con sus compañeros tampoco es capaz de comunicarse. Sus padres, al descubrir el problema, acuden a diferentes profesionales y finalmente África es diagnosticada de mutismo selectivo.

¿Qué es el mutismo selectivo?

Se trata de un trastorno infantil que se caracteriza por la incapacidad de hablar en determinados contextos, es decir, un niño puede comunicarse sin problemas en casa, pero en la escuela es incapaz. Esto suele ocurrir con personas desconocidas o ajenas a su círculo más cercano.

Es importante que sepamos diferenciarlo de otros problemas como: un desarrollo atrasado, falta de empatía o un déficit intelectual o de habilidades de comunicación o del lenguaje. De hecho, a la hora de diagnosticar este problema, se deben descartar estos posibles déficits.

Por lo tanto, no debemos olvidar que no es cuestión de que tenga habilidades insuficientes para hablar, ya que, en los entornos más cercanos, el niño se comunica sin dificultades, incluso algunos padres ni siquiera se plantean que su hijo tiene este problema hasta que algún profesor les informa sobre ello.

¿Por qué sucede?

El mutismo selectivo es un trastorno muy relacionado con la ansiedad, por lo que la barrera que tienen estos niños a la hora de hablar en ciertas situaciones va de la mano del miedo, un temor extremo a ser juzgado, sentirse el centro de atención… Esto supone un gran sufrimiento y angustia para el niño, ya que afecta directamente la su vida social y académica.

Entonces, ese silencio es un resultado de diversos factores, que algunos tendrán más peso que otros dependiendo de la experiencia personal de cada niño. Algunas de estas influencias pueden ser las características propias del niño (su personalidad) o elementos de su entorno como el estilo educativo en su familia o en la escuela. Asimismo, algunos acontecimientos negativos, puntuales que supongan algo traumático o estresante pueden llegar a suponer un detonante para este trastorno, como por ejemplo una situación familiar adversa, una mudanza o la separación de la madre.

¿Cómo afrontarlo?

A la hora de hacer frente a esta situación, siempre debemos procurar no agravar los aspectos que mantienen el mutismo selectivo y, sobre todo, es crucial la participación activa de la escuela y por supuesto, de la familia y su entorno más cercano. En la mayoría de las ocasiones, el entorno no sabe muy bien como actuar y, aunque no sea intencionado, se cometen algunos errores que no contribuyen precisamente a la mejora del problema. A continuación, algunas pautas a tener en cuenta:

Las intervenciones psicológicas girarán en torno a dos objetivos principales: por un lado, mejorar las condiciones personales y sociales del niño y por otro lado tratar la interacción verbal.

Para mejorar su condiciones personales y sociales…

  • Crear un ambiente familiar basado en la seguridad, comunicación, afecto, comprensión y serenidad. En definitiva, el niño debe sentirse seguro de que no va a ser juzgado y libre para expresar sus emociones.
  • Reforzar y valorar sus esfuerzos y destacar sus fortalezas. Elogiar sus comportamientos siempre va a tener un impacto positivo.
  • El funcionamiento familiar debe de estar sujeto a unas normas claras que el niño debe conocer.
  • Realizar alguna actividad física le ayudará a descargar la tensión acumulada del día.
  • Fomentar y fortalecer los círculos sociales del niño.
  • Establecer una buena comunicación con el centro escolar para informar acerca de las medidas utilizadas y posibles cambios y progresos.

Para fomentar el habla…

  • Enseñarle formas adecuadas de iniciar y mantener interacciones verbales con otros: cómo saludar, cómo pedir jugar…
  • Reforzar cualquier aproximación verbal o no verbal hacia otras personas.
  • Fomentar la interacción social y verbal con sus iguales y adultos, por ejemplo:
    • Con juegos de mesa que requieran intervenciones verbales cortas como decir el número del dado o tener que pedir una carta.
    • En un ambiente donde no tenga tanta confianza, al principio que alguien de confianza esté presente (como un mediador) y poco a poco se vaya alejando a medida que él se vaya integrando.
  • Reforzar el círculo de amigos e irlo ampliando poco a poco.

Que NO hacer…

  • Exigir ni presionar a que hable, se sentirá más angustiado y el problema se acentuará.
  • No criticar la falta de habla, así solo conseguimos que empeore su autoestima.
  • Compararle con hermanos y otros compañeros.
  • Regañarle y anticiparle consecuencias negativas.
  • Actitudes de sobreprotección y estilos autoritarios. Nunca debemos exigir de forma excesiva, los reproches y comentarios negativos deben evitarse por completo.
  • Mostrar ansiedad, enfado o preocupación ante su comportamiento.

En definitiva, lo más importante es que todo su entorno este concienciado e implicado, participando de forma activa, con paciencia y normalizando el problema. Para que de este modo, se eviten preguntas como la del título de este artículo: ¿te ha comido la lengua el gato?

Si quieres saber más:

CORTÉS, M., Gallego, C., MARCO, M., MARTÍNEZ, I., & OLLO, C. (2004). El Mutismo Selectivo: Guía para su detección, evaluación e intervención precoz en la escuela. Navarra. CREENA.

Wong, P. (2010). Selective mutism: a review of etiology, comorbidities, and treatment. Psychiatry (Edgmont)7(3), 23.