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Menores con altas capacidades: cómo hacer de esta diferencia un aliado
Menores con altas capacidades: ¿beneficio o desafío?
Ser un niño o una niña con altas capacidades es una peculiaridad que inmediatamente imaginamos como una oportunidad, un regalo. Pero para sus protagonistas, también puede ser sinónimo de dificultades y malentendidos.
Estos jóvenes, debido a que son poco conocidos, a veces tienen que enfrentar un camino lleno de dificultades tanto social como académicamente. Por ello, los padres tendrán que desempeñar un papel crucial ayudándoles a comprender quiénes son y apoyándoles a diario.
Programas de televisión, artículos en los periódicos… Los niños y niñas coloquialmente llamados “superdotados” han recibido, en los últimos años, mucha atención de parte de los medios. No es que el número de casos haya aumentado significativamente en los últimos años. Más bien sucede que estos niños/as se detectan e identifican más fácilmente y pasan menos desapercibidos que antes.
Entre el total de escolares que presentan altas capacidades, parece que solo alrededor del 30% tiene éxito. El otro 70% está formado por niños que están luchando consigo mismos o que están fallando gravemente a nivel escolar. Para ayudar a estos niños/as a experimentar su diferencia como una cualidad enriquecedora, es esencial que quienes los rodean los entiendan y los apoyen.
No solo intelectualmente, sino también emocionalmente
Decir que un/a niño/a tiene altas capacidades no significa que sea simplemente un/a niño/a más inteligente que el promedio. No podemos reducir su diferencia a un Cociente Intelectual (CI) superior a 130. Ser una persona dotada de altas capacidades es un todo, formado tanto por el potencial intelectual como por su personalidad psicoafectiva.
A nivel intelectual
El niño o la niña con altas capacidades se distingue por la forma particular de su inteligencia. La diferencia es por tanto cualitativa y no cuantitativa como se podría pensar. Si bien el ser humano promedio favorece el hemisferio izquierdo de su cerebro, está científicamente comprobado que la persona con altas capacidades usa su cerebro derecho de manera privilegiada. Esto le da una inteligencia más intuitiva que razonada. También sabemos que la información se procesa más rápidamente, porque se redistribuye en todas las áreas del cerebro, lo que da como resultado una hiperactividad neuronal. También podríamos agregar que su percepción sensorial es extremadamente eficiente (su visión es más amplia, su audición le permite escuchar varias conversaciones al mismo tiempo, su olfato es más sensible…).
A nivel emocional
Nos encontramos frecuentemente un ser hipersensible, con dificultades para lidiar con sus emociones: el amor, la ira, el miedo o su susceptibilidad son a menudo de una intensidad inusual. Sus sentidos también le permiten sentir cosas imperceptibles a priori por el resto. En general suelen ser particularmente sensibles a la justicia, más especialmente a la injusticia. Su búsqueda de la verdad es una necesidad absoluta, lo que lo convierte en un niño muy actual, en busca de significado, humano y generoso. Si observa con claridad su entorno, sus desilusiones suelen ser muy dolorosas, incluso si sirven como motor para avanzar. Inteligente, sensible, creativo… el niño y la niña con altas capacidades, a pesar de las dificultades, tiene todas las cartas en la mano para crecer bien y tener éxito.
Los signos que pueden ser indicadores de altas capacidades.
Como hemos dicho, será fundamental orientar y apoyar a estos niños/as desde edades muy tempranas. Para concluir, aquí facilito una pequeña lista de signos que pueden poner a los padres en alerta para la detección precoz de altas capacidades y así poder intervenir cuanto antes. ¡Pero cuidado! Estas señales o indicadores no son suficientes para hacer un diagnóstico ni tampoco nos permiten excluir todos los casos de niños o niñas con altas capacidades. Para un correcto diagnóstico, será necesaria una evaluación completa realizada por un psicólogo especializado en trabajar con este tipo de población. Dicho esto, algunas señales presentes ya desde la primera infancia son:
- Bebé muy enérgico, despierto y curioso.
- Bebé descansado, que parece satisfecho con pocas horas de sueño.
- Niño/a que habla muy temprano o niño que habla más tarde pero inmediatamente de forma correcta.
- Niño/a cuyo vocabulario es muy rico rápidamente.
- Niño/a que, desde la adquisición del lenguaje, comienza a hacer muchas preguntas, muchas de ellas de tipo existencial (sobre la vida, la muerte, el mundo…).
- Niño/a con ganas de aprender a leer y escribir muy joven (solo o con la ayuda de adultos).
Muy interesante el artículo, qué pena que estos niños pasen, a veces, desapercibidos en los coles y sean mal diagnosticados. Las consecuencias de ello son fracaso escolar seguro y desmotivación hacia el aprendizaje. A nivel personal, pierden la oportunidad de aprender a saber qué singularidades tienen y por lo general, lo pasan muy mal en su desarrollo.
Afortunadamente, mucho profesionales se forman cada vez más para poder identificarlos y darles apoyo.
Muy buen artículo, gracias por las aportaciones.