La desaparición del pequeño Gabriel

La desaparición del pequeño Gabriel y las circunstancias que han acompañado todo el proceso hasta la detención de Ana Julia Quezada han despertado en todos nosotros un cúmulo de emociones que nos resultan muy difíciles de gestionar.

Estamos oyendo en los medios términos como duelo, rabia, culpa, maldad…, que resuenan dentro de cada uno de manera diferente.

En general se produce una incredulidad ante la idea de que una mujer pueda tener tal nivel de maldad. Tanta que la lleve a terminar con la vida inocente de un niño pequeño.  “Tiene que estar enferma”. El golpe de realidad ante su detención y posterior confesión ha provocado una reacción de rabia generalizada. Ésta reacción lleva a muchos a solicitar el mayor de los castigos, a buscar venganza.

Algo nos sorprende aún más, en este contexto de dolor, incomprensión, rabia y desesperación. Y es que la madre del pequeño pescadito hable de bondad. Que se niegue a aferrarse a la venganza ni al odio “fácil” hacia la asesina confesa de su hijo. Se enfoca en darle protagonismo a quien de verdad lo merece: Su querido hijo.

El proceso de duelo

Merece la pena reflexionar sobre el proceso de duelo y sus fases. Nos ayudará a alcanzar una mejor comprensión de las respuestas tan dispares ante un evento como este.

Ante la falta de un ser querido cada uno reacciona “como puede”. Uno de los peores duelos que podemos vivir es la pérdida de un hijo; lo empeora aún más la pérdida a éste a manos de una persona que lo conocía y, supuestamente, debería protegerlo.

La primera reacción que casi todos experimentamos es la de incredulidad, el shock emocional es tal que la mente se resiste a creerlo, se bloquea desbordada por el alcance que la realidad tiene y la dificultad que supone asumirla. Esta primera reacción puede durar minutos, horas o, incluso, días.

Poco a poco va tomando poder la realidad y la certeza de la pérdida nos empuja a buscar una razón, un culpable de lo ocurrido. Es en este momento cuando aparecen la rabia o la culpa (hacia otros implicados, hacia nosotros mismos y, en ocasiones, hacia el propio fallecido pro habernos abandonado).

Revisamos una y otra vez lo ocurrido y buscamos errores en la manera de actuar que puedan explicar el desenlace y es cuando aparecen los “y si...”

  • “Y si hubiera estado con él en ese momento”,
  • “y si hubiera sabido…”,
  • “y si no le hubiera dicho…,
  • “y si…”

¿De dónde nace el enfado?

La necesidad de respuestas a todas esas incógnitas provoca un estado de hiperalerta que puede llevar a que nos pongamos a la defensiva o que nos enfademos vehementemente con quien consideramos responsable.

Poco a poco y con el paso del tiempo vamos dejando paso a la conciencia de imposibilidad de cambiar el pasado y se inicia lo que se denomina la fase de aceptación en la que convivimos con el dolor y retomamos la vida sin nuestro ser querido. Comienzan a ocurrir cosas en las que él sigue presente en nuestro recuerdo, pero ya no está más con nosotros: nuestro cumpleaños, el suyo, las primeras vacaciones sin él, la primera Navidad… En esos momentos experimentamos un incremento de dolor y de toda la sintomatología que lo acompaña; es lo que llamamos reacciones de aniversario.

Lentamente, con pequeños avances cada vez, aprendemos a vivir sin su presencia, establecemos una relación diferente con nuestro ser querido. Dejamos el fallecimiento en el pasado y nos damos permiso para tener una vida después de su marcha.

Esta es la fase más larga y la llamamos fase de reorientación. No se trata de olvidar (eso es imposible). Se trata de conciliarnos con el amor que sentimos por él y orientarlo. Hacerlo de manera que nos permita seguir viviendo una vida satisfactoria a pesar de la pérdida.

Factores de protección

Las creencias espirituales (en la bondad humana, en el perdón, en una existencia más allá…), un entorno acogedor de apoyo, el reconocimiento y validación de nuestro dolor por aquellos que nos rodean…, son factores que protegen a las personas de quedarse instaladas en las primeras etapas del duelo.

Cada uno de nosotros podemos poner nuestro granito de arena en el proceso de duelo de esta familia que nos ha unido en el dolor. Y en el de otras personas que conocemos que están experimentando y tratando de afrontar una pérdida.

Una palabra lo resume todo: RESPETO. ¡Pongámoslo en práctica!

Desde Haztúa Psicología Positiva queremos hacer un homenaje a la familia de Gabriel Cruz. Queremos mostrarle nuestro más profundo respeto a su dolor y su afrontamiento del mismo. Son toda una inspiración.