Leonor (nombre ficticio) tiene 44 años y a lo largo de su vida ha sufrido cinco brotes psicóticos. El equipo de Haztúa habla con ella de una enfermedad que muy a menudo se confunde con la esquizofrenia.
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¿Qué diagnóstico hicieron los médicos?
Todavía ninguno, cosa bastante extraña. Todos estaban de acuerdo que se trataba de un brote psicótico, pero algunos en Italia, mi país de origen, hablaron de trastorno bipolar, aquí en Madrid de trastorno límite de la personalidad. Nadie de esquizofrenia, que es lo que comúnmente se conoce como locura.
¿Cómo empezaron tus brotes?
Por un estrés muy fuerte: un examen, una emoción, tareas que no quería hacer o problemas a los que no quería enfrentarme. Siempre le seguía una falta de sueño. Después era como si el día fuera la noche y la noche el día. En los primeros brotes caminaba por horas y no comía casi nada. En los últimos dos brotes, aquí en Madrid –y todavía me da vergüenza decirlo– gritaba en casa, por la calle y en el metro: actué efectivamente como una loca. Un delirio.
¿Por qué hablas de vergüenza?
Porque después, cuando regresas a la normalidad, te das cuenta de lo anormal que fue tu comportamiento. Del hecho de que perdiste el control sobre ti misma, de que tu sufrimiento, porque de eso se trata, fue de dominio público. Los brotes te hacen sentir sucia. Porque eres la víctima de ti misma y todas las víctimas sufren de esta vergüenza.
¿Recuerdas tus pensamientos durante las crisis?
Un rasgo de mi personalidad, y me cuesta decirlo, es que no siempre consigo enfrentarme a los problemas, las dificultades, los desafíos de la vida. Prefiero elegir la huida así que me inventaba una realidad que no existía: que era amada por alguien famoso, que era una espía y trabajaba contra el terrorismo, que era inmortal. Hay que destacar que cuando padecía un brote –estoy hablando de mi experiencia personal– en ese momento no había sufrimiento porque vives en el mundo que has creado a tu medida. Estás feliz. Este estado se interrumpe durante la hospitalización, necesaria, y cuando médicos y entorno familiar, más que los amigos, te empujan a regresar a la realidad que tú rechazas.
Dijiste “más que los amigos”. ¿Qué significa?
Este es otro punto muy importante. Estamos hablando de salud mental. Y lo que pasa en la cabeza de la mayoría de la gente es que asocian las dos palabras “salud mental” a su contrario, o sea “locura”. Tener problemas de salud mental es como decir estar loco. Hay miedo y vergüenza a hablar de manera abierta de brotes psicóticos o de su máxima expresión, la esquizofrenia. Me acuerdo del caso del piloto de avión alemán que se suicidó mientras estaba trabajando, matando a decenas de pasajeros. Resultó que sufría de depresión, pero nadie lo sabía. Hay poquísimas personas preparadas a comprender problemas que afectan la mente.
¿Cómo actúas tú?
Se lo dije a mi (ex)pareja cuando estaba en Italia. Él asistió al tercer brote. Cuando empecé la cura fue distante, cada día más. Ahora estoy en España y la última vez que hablé con él por teléfono, para saludarle, me dijo que era una loca, no que estaba loca: fue también el fin de la amistad. Lo mismo sucedió con otro hombre que al principio me pareció bastante inteligente y sensible. Pasó lo mismo: para él estaba loca. Así que ahora prefiero callarme. Mejor el silencio: evita sufrimiento extra. Oculto también las medicinas que tomo.
Háblame de ellas
Son necesarias. Mis brotes tienen dos orígenes: uno psicológico –sobre el cual estoy trabajando con Mónica Pereira, de Haztúa– y uno químico. Mi problema es el desequilibrio de los niveles de dopamina, un neurotransmisor que no conocía y del cual me habló Mónica. Fue un alivio: porqué cuando te dicen que tu problema “mental” es algo químico, es como si te quitaran un peso, la vergüenza de la que hablé antes.
¿Te relacionas con otras personas que han tenido tus mismos problemas?
No. En eso soy una solitaria. Pero puede ser que esta entrevista sea el principio de un camino de intercambio. Cada brote tiene su historia, cada paciente es diferente. La psicosis tiene muchas caras y por eso las historias no se pueden recoger como las de los diabéticos o las de los enfermos de cáncer. Sé que hay asociaciones que reúnen pacientes de estos tipos y que una actitud “moderna” sería hablar sobre el asunto. Pero me parece que cuando se trata de esta enfermedad, la psicosis, se hace en círculos cerrados. De hecho, si has sufrido de esto aumentan los límites sociales: por ejemplo, no puedes participar en concursos públicos.
¿Tienes consejos para quien ha tenido brotes?
Trabajar sobre sí mismos para convertirse en personas más fuertes y para tolerar la soledad. Estar muy atentos a las personas con quienes se decide hablar de eso. Tomar medicinas, seguir una terapia psicológica. No caer víctima de los tópicos – “estoy loco” – y confiar en sí mismos. Hay que estar siempre en alerta: vivimos en una sociedad muy estresante que da mucho menos de lo que pide. Y hacer de manera que tu realidad sea lo más parecida posible a la que quieres.
NOTA DE LA REDACCIÓN DEL BLOG: Queremos transmitir nuestro agradecimiento más afectuoso y sincero a la persona que nos ha hecho llegar esta «entrevista» basada en las sesiones realizadas con Mónica Pereira: Gracias por contarnos en primera persona tus vivencias. Con tu relato contribuyes a visibilizar el sufrimiento de quienes padecen un trastorno, y aún así son capaces de vivir cada día trabajando para mejorar su salud mental.
Excelente. Me encanta aprender de la mano de ustedes
Muchas gracias, Cristian. Es para nosotras una razón más para motivarnos cada día a dar lo mejor. Gracias por tomarte el tiempo de compartir tu opinión.
Un abrazo